12 October, 2009

Veinte dedos, dos orejas, un año.

9 de Octubre de 2009. Hoy hace un año que Luz nació. Hoy hace un año que la encontraron. Hoy hace un año que empezó a recorrer un camino que el Pulgón y yo recorríamos en dirección contraria. Hace un año que se puso en marcha el engranaje, movido por quién sabe qué fuerzas, que nos fue colocando cada día un poco más cerca.
Todo esto me parecería irreal, si no fuera porque la estoy viendo jugar, con su camiseta a rayas y sus piernas gorditas, con sólo un calcetín, y los ojos brillantes.
En un dia como hoy no puedo dejar de pensar en una mujer china, y en si para ella este dia es especial. ¿Triste, angustioso, esperanzado?.


Y porque a lo largo de este camino no hemos estado solos ni un instante, teníamos que reunir a la familia para celebrarlo. Más quizá por nosotros, los adultos, que por ella, que aún no sabe muy bien de qué va esto de los cumpleaños.
Opípara merienda con galletas decoradas de Bea, que ya enseñaré en otra entrada, galletas blanco y negro, chocolate a la taza y otras cosas de régimen.




A Luz le llovieron los regalos, que ella agradeció con la displicencia y majestad de que sólo un bebé de un año es capaz.
Estuvimos reunidos alrededor de una mesa, y alrededor de un sueño.
Fue un dia tan intenso que se me olvidó sacar la tarta con la vela. La neurona, que se me agotó.



Sopló su única vela (con la inestimable ayuda de su prima C.) ya en pijama. En ese momento, todos nos dimos cuenta de que llevábamos años soplando distintas velas en distintas fechas, siempre pidiendo el mismo deseo.
Y el deseo ya está aquí.