23 March, 2012
18 January, 2012
Ducha filosófica
Anoche, mientras me duchaba, miré por la abertura de la cortina y vi la toalla de manos colgada de su gancho, descuidadamente. Vi el cepillo de dientes de Bambú pegado con sus dos mini-ventosas en un azulejo sobre el lavabo. Vi el dispensador de jabón de manos Deliplus. Vi mi ropa sucia tirada de cualquier manera en el suelo. Y pensé que todo puede cambiar en un segundo. La vida se puede volver del revés como un calcetín, en lo que dura un parpadeo. Lo que ahora es, en el instante siguiente estalla en mil pedazos.
Tengo miedo, y hace unos años no lo tenía. No sé si es por los cambios maravillosos que he vivido, o porque me hago vieja.
Se supone que cuando cumplimos años nos hacemos más sabios, pero yo lo que he adquirido es nuevos y terribles miedos.
Hace unos meses encontré la inspiración en un perro flaco. Se le marcaban dolorosamente todos y cada uno de sus huesos. Tenía los ojos brillantes, las orejas tiesas, y caminaba decidido sorteando coches y peatones. ¿A dónde iría con esa determinación? Me contesté a mí misma: "Al cielo de los perros, porque lo va a escachar un coche dentro de nada". Y repliqué: "Tal vez sí, tal vez no. Pero sea como sea, en este instante, no tiene miedo a la muerte, al dolor, a la enfermedad, al hambre, ni a la soledad".
¿Por qué yo sí?
18 August, 2011
¿A dónde va?
Saray Li, me dueles
Cuando te conviertes en condensador de sentimientos. Cuando tienes una fuente potentísima de energía de amor, que ha estado en tu útero o no, eso es anecdótico. Cuando acumulas, y acumulas, y acumulas. Cuando das, y das, y das.
¿A dónde va todo eso, si tu motor se para, si en tu universo aparece de pronto un vacío de amor terrible e imposible de reparar? ¿Qué hacer con todo ese sentimiento? ¿A dónde va?
¿A dónde ir?
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