22 July, 2006

Maisa


Esta es la historia de una mujer con un agujero en el centro del pecho. Un agujero profundo, enorme, en el que soplaba un viento helado, que la obligaba a buscar constantemente el calor. Pero ninguna fuente de calor era capaz de dejar fuera al viento. Ningún sueño, cumplido o por conquistar; ningún afecto, ningún amor, consiguió llenar el agujero y protegerla del viento frío que, con el tiempo, bajó hasta el costado, y allí se hizo poderoso desde lo microscópico, se extendió por todas partes, y se llevó consigo a la mujer.
Desde chica intuí que tenía una misión importante que cumplir. Tenía que hacer de puerta gruesa y pesada y, al mismo tiempo, de hoguera, de manta y de bufanda. Debía conseguir vencer al frío, al viento, y que Maisa pudiera, por fin, descansar y calentarse sin prisas, mientras tomaba un café con leche. No lo conseguí nunca. Y sé que ella lo esperaba de mí, lo necesitaba de mí.
De niña avanzaba a tientas, por pura intuición, y por puro amor. En ocasiones me parecía haber encontrado la fórmula mágica, pero el conjuro no conseguía más que el pobre calor de una bengala. A los niños (a mí, al menos), les cuesta digerir la frustración. Para hacerlo, fui creando, poco a poco, Mi Lugar. Tenía (tiene) forma de cúpula; es de cristal y, aunque algunas personas (pocas) se han asomado, ninguna ha podido entrar en él. Dentro se está bien, se oye el ruido del agua, siempre es de dia, el suelo es blando. En Mi Lugar guardo, en una mezcla de formatos imposible, recuerdos, imágenes, películas, libros e invenciones. Y un cojín en el centro, donde me siento y recupero lo que necesito en cada momento. En aquellos años en los que intentaba salvar a mi madre del viento, lo visitaba muy a menudo.
Con el tiempo, abandoné la lucha. Decidí que era demasiado doloroso no llegar nunca, no ser capaz, no ser suficiente. Y me alejé. Me fui tan lejos que me convertí en una extraña, pero una extraña que, bendecida por una fortuna que aún me aturde, encontró su Sitio, el perfecto contenedor de Mi Lugar. No es sólo una casa y una ubicación geográfica, sino también una ubicación personal respecto a lo pasado y al presente. Ya hablaré de El Sitio en otra ocasión, y de cómo está indestructiblemente unido a Maisa, cosas de los amores y los lazos invisibles.
Al final, una mañana espléndida de domingo, en abril, cuando más lucía el sol, dejó de buscar calor, o se fue a buscarlo a otro sitio, lejos de nosotros. Y casi, casi, recojo de su almohada el agujero del pecho, y casi, casi, se me pega a la camisa en esos días. Creía rendirle homenaje cargando con su frío. Pero, con el paso de los meses y un diván (gracias, Maite) el agujero desapareció solo, se fue a buscar un pecho más propicio.
Esta noche siento la necesidad de hablar con Maisa, y de pedirle perdón por haberme rendido y, pura contradicción, para decirle lo aliviada que me siento por haberme rendido a tiempo; si no, tal vez ahora sentiría un viento helado por dentro.

2 comments:

Raquel said...

Parece una actriz francesa en esa foto ...

Lego y Pulgón said...

Es la persona más fotogénica que conozco. No lo heredé, maldita sea, ja, ja