20 May, 2008

Terremoto



Llevo una semana huyendo activamente de un pensamiento negro, como una nube cargada quién sabe de qué, esas que sabemos que, además de agua, traen algo que asusta. Cuando rozo el pensamiento, doy media vuelta y echo a correr en dirección contraria. Y estoy agotada.


Creo que lo mejor es que lo mire de frente, me acostumbre a su presencia y lo incluya en mi Plan Nido Ordenado, que es como un tornado en el que meto todo y, después de girar mil veces, cada cosa encuentra su lugar y su tamaño adecuados. En el Plan Nido Ordenado el blog tiene un papel fundamental.


A ver. Ven que te mire.


El pasado lunes hubo un terremoto en China. Es el tipo de noticias que nos impactan (sobre todo si van acompañadas de imágenes), pero no sacuden. Somos así, la aldea global ha conseguido que estemos informados de todo al instante, pero la empatía no da para tanto. Seguramente, por puro instinto de supervivencia. Somos muchos millones de personas, a las que nos pasan millones de tragedias. Sufrir personalmente cada uno de esos dolores es imposible.


Con el paso de las horas, se empezó a colar en mi campo mental otra idea. Con los diez dedos de las manos hice cuentas, y sentí un frío por dentro que aún me dura. Probablemente nuestra hija (¿hijo?) ha nacido ya en China. Tal vez ha sido evacuada de su orfanato, apenas con unos pocos meses de vida, y está pasando frío y miedo en una tienda de campaña. Ahora sí que me sacude una tragedia que tiene lugar a miles de kilómetros de mi casa y de mi entorno, de mi cultura, de mis rostros familiares.


¿Qué hago? ¿Por qué no puedo saber ya quién es, para sacarla de allí, y protegerla, y darle calor, y agua, y comida?


Puedo, al menos, hacer esto .