¡A Dios pongo por testigo...!
Este es el espectáculo gratuito e irrepetible que se me ofrece.
Y se me quita cualquier pena, desilusión, irritación que pueda llevar en los bolsillos.
Llego a El Sitio un poco sucia, de los malos humores propios y ajenos que se me han pegado a la piel; cansada, y quizá, hasta aburrida. Una hormiga diminuta cuyo ajetreo no tiene importancia alguna en el Esquema Universal de las Cosas.
Me bajo del coche, piso la tierra roja de El Sitio, veo la pantalla gigante de "home cinema" que alguien ha montado al aire libre, y abro la boca, los ojos, los oídos. Respiro de una sola vez todo lo que me rodea. Y entro en la casa sintiéndome querida, mimada incluso. Sintiéndome parte fundamental de lo que me rodea. Me he vuelto gigante.