15 December, 2006

Baba


El sábado pasado la acompañé desde el almuerzo hasta la noche, como otras veces. Pero en esta ocasión, asistió una invitada especial e inesperada: Baba de años atrás. Alegre, ocurrente, de conversación entretenida y memoria pretérita clara como el agua. Aproveché que llevaba una grabadora para sonsacarle recuerdos de infancia y trazos sueltos de una vida y la gente que se encontró en ella.
Almorzamos juntas en la sala, en bandeja, como dos señoronas, rodeadas de fotografías y presencias. Después de comer, nos sentamos en el despacho, a oír el ruido de fondo de la televisión (cómo adormece) y a cortar retales para una colcha. Los suyos llevan la huella inconfundible de las cataratas, pero al menos hizo el esfuerzo.
Se nos pasó la tarde entre anécdotas, cabezadas y silencios. Merendamos, se nos hizo de noche, regresó su compañía profesional de su día libre, y me despedí. Me fui con la sensación de haber vuelto atrás en el tiempo, a mi abuela de hace un par de años, que había sufrido últimamente una transformación tan aterradora. Yo estaba eufórica. Y sigo estándolo, aunque ahora este sentimiento es más complejo de entender, incluso resulta inoportuno, pero ahí está, y no voy a hacer nada para cambiarlo.
Baba decidió el miércoles emprender el viaje del que tantas veces habíamos hablado. Yo no lo esperaba, a pesar de sus noventa y dos años llenos de días, amores y retos cotidianos. Seguro que ella tampoco lo esperaba, seguro que pensó en darse un poco de colorete antes de viajar, o retocarse la línea de los ojos, o quizá pensó que estaría bien ponerse el broche en forma de hoja.
Entrevió la oportunidad y no lo dudó. Dejó atrás su traje viejo, que estuvimos custodiando hasta que llegó la hora de guardarlo donde se guardan los trajes de su madre y sus abuelos.
La imagino ahora, con el amor de su vida, de punta en blanco los dos, guapos como lo mejorcito de Hollywood, comentando lo que ha pasado en estos años en los que han estado separados. No hay dolor, no hay edad, no hay espacio ni tiempo. Sólo la energía que une a los que aún esperamos a que nos entreguen nuestro pasaje, y los que ya están viviendo la aventura. Los lazos que nos conectaron aquí y que se estiran, se alargan, como si fueran elásticos, para que nos agarremos fuerte cuando llegue el momento de cambiarnos de traje.
No te olvides de ponerte guapa para que me recibas cuando yo llegue. Y avisa a los demás, que quiero verlos a todos. Mientras tanto viviré pensando que me ves y me cuidas en todo momento (¿tendré que empezar a maquillarme y a usar tacones imposibles?). Cuando la tortilla francesa se me llene de "ciscos" por cocinar con aceite de croquetas, me acordaré de ti; cuando tenga que usar imperdibles, me acordaré de ti; cuando llore de risa, me acordaré de ti; cuando recite
"En el piélago inmenso del Atlántico...", me acordaré de ti. Cuando llegue nuestra hija ¡cómo me acordaré de ti!
Te quiero.

09 December, 2006

"Cerrado por Razones de Interés General"



"Interés General" no es sinónimo, ni muchísimo menos, de "interés de Lego", no señor.
Me voy cinco días a trabajar a mi isla favorita, la más occidental, por donde pasaba el meridiano hasta que los ingleses nos lo robaron (yes, you did).
No tengo ningunas ganas, se me ocurren un millón de cosas intersantísimas y utilísimas para la Humanidad que podría hacer desde el calorcito de mi casa, pero alguien que cree que soy la reencarnación de Kunta Kinte se empeña en obligarme a hacer la maleta. ¡Hasta la vuelta!
(Foto de Any Manetta )

01 December, 2006

¿Te gusta conducir?


Estaba cambiando las sábanas y me quedé con una funda de almohada en la mano, suspendido el movimiento en el aire. Se me puso la piel de gallina y una opresión en el pecho como de urgencia.
Solté la funda, salí del dormitorio, y me senté frente al ordenador.
"¿Te gusta conducir?"
Rebusqué entre más de mil resultados hasta encontrar la imágen y la música.
"Simetría"
"Country Waltz" de Angelo Badalamenti.
Mis "amigos" de eMule tuvieron la amabilidad de prestármelo. Estaba tan nerviosa, que me quedé frente a la pantalla mientras se descargaba.
Cuando estuvo listo, con las manos frías como el hielo, pulsé "play".
Los primeros acordes me encogieron el alma, preparada para explotar. Y eso hice. Lloré como hacía años que no lloraba. Cerraba los puños con fuerza, me balanceaba hacia delante y hacia atrás, con los ojos fijos en la pantalla del ordenador, pero sin ver nada a través de las lágrimas.
Lo recordé todo en los escasos minutos que dura el anuncio. Su infancia, los años en que fuimos inseparables, los únicos habitantes de mi casa y de mi vida. Sus ojos. Su tristeza y desamparo cuando Maisa se puso enferma y lo dejaba tantas horas y días solo. Las tardes amarillas de luz y flores y hierba, cuando se sentaba conmigo a leer, y quería estar tan cerca de mí que hasta parecía que se hubiera aficionado de pronto a la lectura.
Recordé lo último que hice por él, el 27 de Diciembre de 2004; cómo lo subimos a la mesa, y le acomodé la cabeza entre mis brazos. Cómo acaricié su pelo despacio, sin pausa, haciendo de mi mano un cable conductor; de todo el amor, toda la gratitud, todo el dolor que me llenaba en aquel momento. Cómo me sentí de sola y abandonada cuando se fue. Lego. Mi amigo, mi compañero de tormentas, mi guardaespaldas más feroz, mi profesor particular en paciencia, sensibilidad, empatía. Quien me enseñó a demostrar amor sin ponerme una careta y sin miedo a ser vulnerable ante el otro.














Empezaron a emitir el anuncio de BMW poco después de que Lego se fuera. No sé por qué razón, desde la primera vez que lo vi, lo relacioné con él (lo llamo "el anuncio de Lego", que me perdonen los publicistas de BMW).
Dejaron de emitirlo, pasaron los meses, luego un año completo, he conocido otros amigos a los que quiero y que llenan mi vida de cosas buenas. Pero ayer, mientras cambiaba las sábanas, tuve la necesidad física de volver a oir sus ladridos, de sentirlo suspirar de satisfacción al lado de la estufa. Abrirle la puerta al dolor, porque de vez en cuando, si no lo dejas libre, se acumula en el pasillo y te impide respirar.

24 November, 2006

Otoño en El Sitio


Lo que más me gusta de El Sitio es cómo cambia a lo largo del año. Los olores, la temperatura, los árboles, la luz. Cuatro estaciones perfectamente definidas.
Después de veintimuchos años viviendo en una ciudad donde los meses discurren como sin ganas, todos parecidos, sin poner emoción ni energía en su actuación de cada año, llegué aquí un verano, y me sorprendió el olor a helechos y a pinocha caliente. Se sucedieron las estaciones y me fui adaptando a ellas como pude, hasta que volvió el mes de Junio y se llenó todo de nuevo con el mismo olor. Me sorprendió tanto que estuve varios días como una loca olfateando a mi alrededor. Y capté nuevas repeticiones, esta vez de colores y luz; el verde del verano, la flor del ciruelo en primavera, el ocre de las castañas en otoño, y el gris lluvioso del invierno. ¡Ay, si nevara! Entonces sería la Observadora de Cambios de Estación más feliz de la tierra.

20 November, 2006

No al Puerto de Granadilla




"Por razones imperiosas de interés público", la Comisión Europea da luz verde a la construcción de un Puerto Industrial en Granadilla de Abona. Un puerto industrial que afectará directamente a cinco kilómetros de costa en buen estado de conservación, e indirectamente, a cuatro playas de uso tradicional y familiar. Destruirá el equilibrio que permite la presencia de praderas de sebadal imprescindibles para el sustento de varias especies animales en peligro de extinción.

WWF/ADENA, Greenpeace, ATAN, SEO/Birdlife, Ben-Magec (Ecologistas en Acción) y otras asociaciones ecologistas y conservacionistas de reconocido prestigio han hecho llegar sus informes a la Comisión Europea para su valoración, pero ha podido más la presión política.

Es cierto que, a favor del puerto de Granadilla, están ahora los tres partidos más poderosos, Coalición Canaria, PSOE y PP; y no es menos cierto que representan a la mayoría del pueblo de Tenerife, si hablamos estrictamente de votos. Pero ¿es que con mi voto extiendo un cheque en blanco para que, a lo largo de cuatro largos años, se tomen decisiones ampliamente contestadas (tres manifestaciones multitudinarias, en 2004, Noviembre de 2005 y Noviembre de 2006; más de 50.000 firmas en contra del proyecto; diversas acciones en la playa del Médano, etc.) sin que este rechazo haga ni siquiera pestañear a los políticos que yo misma he elegido?

Hace ya tiempo que mis ideales políticos se han ido transformando, haciéndose cada vez más débiles, como una tela de gasa, hasta desvanecerse por completo. Ahora sólo tengo una reivindicación : la conservación del planeta. Y si eso me queda muy grande, la conservación de la isla mágica en la que vivo. Y si eso es aún empresa imposible para una simple persona, con dos manos y dos pies, al menos la transformación de mi casa y mis acciones cotidianas en un espacio respetuoso y delicado con mi herencia. Creo que eso sí puedo conseguirlo.

Y aunque Europa haya dado luz verde al proyecto, aunque casi todo mis amigos me miren con condescendencia por ingenua, tengo que seguir participando, no me queda otro remedio, quiero dormir tranquila por las noches.

Me ha salido una introducción algo solemne y pesismista (no es para menos, de verdad), pero tengo que decir que me lo pasé divinamente en la manifestación del sábado. Fui sola; el Pulgón tenía que trabajar (¡Si su antepasado el mencey Bencomo levantara la cabeza!), y mis coleguillas de activismos varios tenían otros compromisos.

Nada más llegar me metí dentro de un grupo de bomberos, que están en huelga y llevaban todos sus camisetas identificativas; ya que voy sola, al menos estar bien protegida ante cualquier contingencia...

Cuando me cansé de tanto Cuerpo, me fui un poco más atrás, a donde estaba la MARCHA, con mayúsculas. Un grupo bastante numeroso de batucada.

Al final terminamos caminando con un ritmillo y ondeando banderas con una gracia que pá qué.

Queda el regusto amargo de no saber si gritar hasta quedarte ronco sirve para algo o no. Al menos, podré decir que he hecho lo que estaba en mi mano. Y el dia de las elecciones también gritaré hasta el límite de mi voz, pero por escrito, dentro de un sobre.

07 November, 2006

Deutsche Schule




Hace ya unos años que intentamos reunirnos con cierta periodicidad (anual, imposible más y, en cierta forma, así adquiere más solemnidad e importancia el acto de sentarnos juntos alrededor de una mesa). Los primeros años, por haber tardado tanto tiempo en conectar, resultó difícil; casi, casi, parecíamos un comité de empresa clandestino, en lugar de una cena de antiguos compañeros de clase. En cada reunión conseguíamos un nuevo teléfono, o un nuevo contacto a quien preguntar por el camino hacia alguien.
El año pasado, de un eufórico Jose (con acento en la "o"), nació la idea de un Delegado de clase, que se encargaría de recopilar teléfonos y avisar a todos cuando llegara la fecha. Se autoproclamó él mismo, y apuntó todos los datos en una servilleta de papel que, al final, arrugó y guardó en el bolsillo del pantalón. Por mi segunda profesión (lavandería doméstica de proporciones industriales, por el volúmen de ropa que ensucia el Pulgón) sé que las servilletas de papel no son sumergibles, centrifugables ni secables en secadora. Ya no las hacen como antes. Decidí autoproclamarme Subdelegada (¿qué les pasa, compañeros? ¿Acaso no ven que Jóse y yo somos dos dictadores en potencia? ¡¡¡Párennos los pies!!!) , saqué mi agenda e hice una Copia de Seguridad de la Base de Datos de la Servilleta.
Este año, viendo que el Delegado no daba señales de vida, di un golpe de estado y lo destituí; por cierto, aún no se lo he comunicado, mañana sin falta.
Después de muchas llamadas, alegrías y recuerdos, reunimos un grupo bastante numeroso, con la emocionante sorpresa de la asistencia de Cachi, llegada ese mismo día, expresamente, desde Madrid (las distancias, como ha quedado demostrado, son relativas cuando hay afecto).
Era una noche algo lluviosa y desapacible; Bea, la nueva Subdelegada (caramba, tampoco le he dicho nada; de mañana no pasa) reservó mesa en el exterior del local, y todos nos subimos el cuello de las chaquetas. Trabajo inútil. A la tercera anécdota ya estabamos quitándonos abrigo y desabrochando botones.
Fueron pasando las tapas. Se fueron llenando y vaciando los vasos. Y fuimos recuperando, minuto a minuto, la atmósfera, el olor, el tiempo del colegio.
Nuestro Stundenplan era sencillo:
Erste Stunde: Historias personales. Intercambio de fotos de niños, puesta al dia en profesiones, sueños y alguna que otra tristeza. Un abanico de opciones familiares, desde las más convencionales a las historias construídas en dos pasos. Y respecto a las camadas, lo mismo: cero, uno, dos, tres... ¡familias de hasta siete hijos!; unos nacidos de la propia matriz, otros nacidos del corazón y la paciencia. Y todo tipo de formaciones, trabajos y ocupaciones. En general, componemos un buen cuadro, creo yo. Habría que hacer partícipes de todo esto a la Señorita Herrera, a la Señorita Lourdes, a la Señora Mateos (¿por qué ella era "señora" y no "señorita"? ¿Alguien lo sabe?); a Don Alonso, que ya no está con nosotros, pero nos vigila, por descontado, dispuesto a darnos un "alonsazo" en cuanto nos despistemos lo más mínimo; a la Señorita Perera, Frau Bräutigam... me dejo muchos nombres, pero tampoco voy a hacer un listado exhaustivo, ya lo hicimos durante la cena (sonrisa malvada). En fin, que alguien debería decirles que, parte de "culpa" de nuestros logros es suya, indiscutiblemente.
Zweite Stunde: Repaso general y alegremente cruel de los ausentes (ténganlo en cuenta para futuras convocatorias; y no digo "más nada"). Nos acordamos con mucho cariño de todos y, como era inevitable, tuvimos toda la noche la presencia invisible de nuestra compañera desaparecida en un país de Sudamérica. A mí me tranquiliza pensar que fue ella misma la que quiso desaparecer y cambiar de vida; me resulta mucho más fácil de digerir que cualquier otra opción. Pero nos la llevamos pegada a la ropa hasta nuestras casas.
Mención especial merece el repaso a los profesores, haciendo un ejercicio de memoria que se remontó hasta el Kindergarten y Tante Sigrid y Tante Pilina, y Tata, y el Osterhase (que no era un profesor) escondido por todos los rincones del patio.
Dritte Stunde: Anécdotas y recuerdos. ¿Cómo pude dejarme en casa el broncodilatador? ¿Es posible que no anticipara las carcajadas?. Desde el pantalón de peto amarillo canario de Carlos-Conde-Belisario hasta las fiestas que hacíamos, famosas en toda la ciudad. Surgieron también anécdotas que nos hicieron reír pero nos dejaron un regusto amargo, porque nos hacen caer en la cuenta de que, verdaderamente, fuimos crueles en ocasiones. Y lo fuimos todos contra todos, sólo que hay compañeros a los que afectaban más nuestras burlas, y otros resolvían sus asuntos en Las Mimosas, como antiguos duelistas. Yo, personalmente, me avergüenzo de muchas de las cosas que dije en mis años de colegio; y lo hice por los motivos más ridículos: en ocasiones, por rabia, otras veces por ser popular o sentirme parte de un grupo popular... Tonterías. Pero sé que pude hacer daño. Ahora lo sé, antes no. Esa es la parte que menos me gusta recordar, pero es que esa niña, con sus complejos, su humor cruel, sus debilidades, su potencial, esa niña soy yo; la mujer en que me he convertido tiene todo eso dentro, masticado, deglutido y digerido y convertido, o eso espero, en radar para captar la sensibilidad de los que me rodean y ser delicada con ellos.
La mejor anécdota de la noche, en mi opinión, tiene que ver con las paletas provisionales de Jorge, atrapadas para siempre en el pan de un bocadillo de jamón serrano.
Hay escenas grabadas a fuego en la memoria. La resistencia increíble (ingeniería alemana, sin duda) de los percheros de la clase, en los que se podía colgar a un alumno por el pantalón y se mantenía así ad infinitum. El profesor de ética tan peculiar que tuvimos, que nos hacía terapias de grupo inventadas por él, de efectos devastadores. Nuestros recuerdos de amistad y complicidad con la clase "d", honrosamente representada por Roland y Brigitte. Las imitaciones de profesores de Martín, Latre a su lado es un simple aficionado. Cada recuerdo nos sugería inmediatamente otro.
Y mientras tanto, Rocío (fue la única que se acordó de llevar cámara fotográfica, mucho Deutsche Schule, pero somos unos desmemoriados) se encargó de la parte gráfica del reportaje. ¡Gracias!















Se hacía tarde, y se organizó una excursión... no, a Las Lagunetas, no. A un bar de copas del hermano de Marian. Yo no fui, porque soy más gallina que lechuza. Volví a casa cantando "O Tannenbaum, O Tannenbaum, wie grün sind deine Blätter", lo que me acordaba de "Wochenmarkt!" y "Caballito espumoso, espumoso, de nubes blaaaaancaaas". Y me fui a acostar con una sensación de calorcito por dentro muy agradable, que espero me dure hasta el año que viene.
Gracias a todos.

P.S. : Les propongo un Misterio Sin Resolver para que se entretengan hasta la próxima reunión: Rocío no sale en las fotos por razones obvias (y porque somos todos unos egoístas que no nos preocupamos de decirle que se sentara y posara ella). Pero ¿¿¿¿¿Dónde está Roland?????

06 November, 2006

El Nombre del Padre


Echeide, se llamaba. Es la puerta hacia el mundo subterráneo, y en él habitaba, hace muchos, muchos años, Guayota, el destructor.


Es mi Generador de Energía.
Estos días he estado un poco desnimada, por distintas razones conocidas y, seguramente, algunas que sólo logro entrever. No me gusta estar así, me impide darme cuenta de mi entorno, y eso es un desaire y un desperdicio que no es propio de mí.
Mi primer remedio suele ser sentarme al sol unos minutos, con libro o sin él, es lo mismo. Pero estamos en Otoño, y Lorenzo, que sabe que, en ocasiones, he renegado de él, se hace el interesante y me deja con cara de tonta mirando al cielo gris y pesado.
Como segundo escalón en el tratamiento del desánimo, suele funcionar muy bien una sesión de abrazos y besos con los perros. Pero ha llovido, y la sensación de tener la cara llena de fango (de composición incierta pero poco tranquilizadora, en general) no suele gustarme.
Un buen libro, una aguja y su hilo de colores, un queque en el horno... todo falló. Quizá subestimé a este estado de desánimo que catalogué de "estacional".
Cuando nada funciona, he de tomar medidas drásticas. Y eso fue lo que hice ayer. Me fui con el Pulgón al Generador de Energía. No hubo premeditación, sólo necesidad física.
Nada más llegar a la falda del volcán, me bajé del coche y me dió en la cara el aire frío, cortante, hecho de cristal. Por los pies me subió la energía de la Tierra y me quedé quieta, muy quieta, conectada. Y me sentí antigua, me sentí parte de un río de energías que han estado, están y estarán. Y me curé.

21 October, 2006

¿Meme?



No sé lo que es un MEME (aparte del nombre de mi prima favorita) pero soy una imitadora nata (un gato copiador), así que voy a hacer el mío tras la estela de Guru, pero un poco más hortera, más de mi estilo:

Grupo elegido: BEE GEES

¿Eres hombre o mujer? : More than a woman (1977)

Descríbete: Day time girl (1967)

¿Qué sienten las personas acerca de tí? : I started a joke (1968)

¿Cómo describirías tu anterior relación sentimental? : Tragedy (1979)

Describe tu actual relación con tu novio o pretendiente: How deep is your love (1977)

¿Dónde quisieras estar ahora? : Closer than close (1996)

¿Cómo eres respecto al amor?: Irresistible force (meeting an immovable object) (1995)

¿Cómo es tu vida? : Saved by the bell (1969)

¿Qué pedirías si tuvieras un sólo deseo?: I'm satisfied (1978)

Escribe una cita o frase sabia: You should be dancing (1976)

Ahora otra para despedirte: Had a lot of love last night (1973)






14 October, 2006

Piensa en rojo

Había en mi nevera unos tomates que necesitaban urgentemente un cambio de look. Dicho y hecho.

Mermelada de Tomates
Pelé los tomates; pieles, semillas y líquido, los reservé en una hondilla.
Obtuve 650 gramos de carne de tomate, eché mano de mi Thermomix, y los tuve veinte minutos a 100 grados, velocidad 1; esto es para que se evapore un poco el líquido que pueda quedar. Al cabo de ese tiempo, añadí 35o gr de azúcar, un limón pelado, sin parte blanca y sin pipas, y tres clavos. Otros veinte minutos a 100 grados. Al cabo de ese tiempo, le puse una cucharadita de pectina bien mezclada con azúcar, y seguí cocinando la mermalada por períodos de diez minutos hasta conesguir que espesara (no recuerdo exactamente el tiempo, porque estaba viendo un capítulo especialmente interesante de Grey's Anatomy, ventajas de la Thermomix). Cuando me pareció que la consistencia era buena, lo metí en frascos de cristal bien esterilizados con agua hirviendo y secos, los tapé y los coloqué boca abajo hasta que se enfriaran, para que se conserve la mermelada al vacío.

Pan de Tomate
Con los restos que había reservado (pieles cortadas chiquitas, semillas y agüilla) hice un pan que resultó delicioso. En la máquina panificadora (se puede hacer a mano, claro, pero no había terminado mi serie...) puse tres cucharadas de masa madre líquida, los restos de tomate, dos cucharaditas de sal, tres cucharaditas de azúcar, dos cucharadas rasas de aceite de oliva, 500 gr de harina de fuerza y dos cucharaditas de levadura de panadería (en la máquina, por este orden). Le puse un programa rápido, y a volar. Si se hace a mano, pues se amasa, se deja que doble el volumen, se amasa un poco para quitar el aire, se le da otro levado, se divide la masa para formar panes chiquitos, se dejan levar otra vez, un corte en la superficie, y al horno.
Ambas recetas son tomadas de El Cafetito
Mis gallinas no se beneficiaron de los restos hoy, qué se le va a hacer.

01 October, 2006

Vamos al rastrillo




El domingo fui a un "garage sale", una casa particular que abre sus puertas para vender los objetos que hay en su interior, mobiliario, libros y las cosas más variopintas. Soy una adicta a este tipo de convocatorias, no sólo porque hay una barbaridad de pequeños tesoros por cincuenta céntimos (mi sangre escocesa se regocija), sino porque puedo recorrer las habitaciones de una casa ajena y cotillear ¡¡¡con permiso!!!

El Pulgón me acompaña porque lo tiento con mensajes subliminales del tipo de "La casa tiene jardín, quizá haya alguna HERRAMIENTA", "Creo que los dueños son ingleses, tal vez tengan LIBROS DE PLANTAS", "Me dijeron que había COSITAS DE PICAR"... en fin, no tan subliminales, lo sé, pero efectivos.

En esta ocasión, conseguí un secador de toallas por 6€; discos de cuando yo era chica, los que me enseñaron a leer, y que ahora se consideran "políticamente incorrectos", por 1€ cada uno; un par de libros de Celia, hermanos de otros que heredé de mi madre, por 1€. Y unas botellitas para el aceite aromatizado, con tapa de cristal (por ese detalle me gustaron), también por 1€. Por cierto, sugerencias para aromatizar aceites, a ver quién me ayuda. Ah, y un vaso azul de cristal gordo y pesado, para mi cristalería, que he decidido estará formada por vasos de distinta forma y procedencia, pero azules (Manía Presenil, se llama esta enfermedad).

Sé que a mi padre se le llenarán los ojos de lágrimas al ver que su hija ha conseguido tantas cosas por tan poco dinero. Y mi madre también se sentiría orgullosa de mí, por haber sucumbido a la tentación de comprar cachivaches que no me sirven para nada (los discos, por ejemplo), arte en el que ella era una verdadera maestra. Soy , indiscutiblemente, hija de mi padre y de mi madre.

29 September, 2006

Mi momento


Cuando tengo turno de tarde, me gusta levantarme temprano (puro vicio, qué penita más grande). En cuanto abro la puerta de la casa, me recibe el olor a monte húmedo y un aire frío que trae el otoño, la nueva estación recién nacida, que aún no se atreve a tomar posesión completa de los días.
Hago las faenas ganaderas con Carlos Herrera de fondo: estoy enamorada, y el Pulgón lo acepta con resignación. La radio siempre me ha producido sensación de hogar, de cotidianidad, de seguridad; siempre y cuando no se trate de la transmisión de un partido de fútbol, algo a lo que soy peligrosamente alérgica (estudiado y diagnosticado por prestigiosos doctores; me han recomendado que me aleje a más de trescientos metros de cualquier aparato de radio por el que se esté emitiendo un encuentro, y que, si a lo lejos escucho la palabra ¡GOOOOOOOOOL!, acuda de inmediato a un centro de urgencias a inyectarme Urbason a dosis altas). Don Cahloh y su tertulia me entretienen, me acompañan, me informan, y, aunque parezca un disparate (será tanto Urbason a lo largo de los años), hasta creo que me quieren.

Cuando ya he cumplido con mis obligaciones más inmediatas y todos los seres vivos a mi cargo están comidos, bebidos, limpios y aseados, empieza Mi Momento.

Vuelvo a la casa y hago café. También creo que la cafetera me quiere, igual que yo a ella. Lleno mis pulmones con el olor a café, que se hace sitio junto al olor a monte húmedo, y paseo (es un decir) por la mini-cocina que, si los suecos la vieran, sería portada del catálogo de IKEA 2008, por los milagros que he hecho en ella para que quepan las cosas. Si en ese momento suena el teléfono, no lo cojo, no quiero perderme el ruido del café que empieza a salir, en un movimiento antigravitatorio que siempre me ha parecido mágico en su rebeldía. Le doy a la cafetera todo el tiempo que necesite, y mientras, lleno mi tazón favorito, con color de sol, de leche, que caliento en el microondas. No es que quiera torturar a nadie con un recuento pormenorizado de todos y cada uno de mis movimientos mañaneros, sé que no tienen interés alguno, pero me deleito al escribirlos tanto como al hacerlos. ¿No puede haber una Ceremonia del Café Con Leche igual que hay una Ceremonia del Té?
Con mi sagrado tazón en las manos, me siento delante del ordenador, quizá con unas galletas en un plato, o tal vez no, según el ánimo del día. Ese es Mi Momento: sé que hay por delante un rato en el que no tengo obligaciones, ni preocupaciones, ni dolores, ni prisas. Tengo tiempo (limitado, pero no me lo parece) para disfrutar de los incontables y siempre diferentes placeres que me proporciona mi mañana de lunes, de martes, de miércoles... Veo un capítulo de The Gilmore Girls, o Anatomía de Grey, o Ghost Whisperer. A la mitad del capítulo, detengo la imagen y me levanto a preparar mi segundo café con leche. Más que por hambre este ya es por puro hedonismo. Vuelvo a concentrarme en las historias que me cuentan y apuro el ratito hasta el final. El resto del día es incierto, estará lleno de cosas buenas y otras que no lo serán tanto. Pero, pase después lo que pase, nadie me quita Mi Momento.

05 September, 2006

6 de Septiembre


Es nuestro aniversario de boda.
Siempre pensé que yo no era "de las que se casan" y, míren por donde, resultó que sí lo soy. En cambio, siempre pensé que yo era "de las que tienen muchos hijos" y, caprichos del destino, resulta que no es así. En lo único en lo que acerté (como pitonisa no me recomiendo) es en mi idea de que yo era "de esas que son felices" porque, aunque a veces me ha costado trabajo, creo poder decir que, mirando por encima de mi hombro a lo que he vivido, he sido y soy feliz.
Conocí al Pulgón en un curso de "Plantas Aromáticas y Flores de Complemento". Una fachada de hombre duro y curtido, incluso tal vez con un punto de peligro, por los tatuajes que se adivinaban debajo de la camisa; con un aire atormentado a lo James Dean, pero contenido como Gregory Peck. La intuición de encontrarme ante un hombre con un mundo interior infinito. ¡Irresistible!. Como pasa casi siempre, empecé a tontear con él sin imaginarme que estaba a punto de abrir el regalo de Reyes que supera a todos los regalos de Reyes del Universo. ¿Quién me quiere tanto que lo puso en mi camino?
La verdad es que, por primera vez en mi vida, ataqué y no di cuartel. No me pregunten por qué, me sentí tan segura de mí misma y lo vi a él tan vulnerable, que no tuve piedad. Me encantaba guardarle sitio a mi lado en la mesa del desayuno en la escuela agrícola donde se impartía el curso, y verlo apurado y dubitativo, con la obligación impuesta por generaciones anteriores de XY que le gritaban "¡Tú hazte el duro, eres el HOMBRE!", pero con unas ganas enormes de desayunar conmigo. Gané yo todas las veces; las hordas de antepasados XY, que se remontan a los principios de la raza humana, gritan con muy poca energía. Claro, son ya miles de años, la voz se resiente.
Después de un noviazgo largo y dulce que duró dos semanas, nos fuimos a vivir juntos. Lo sé, podía haber sido un aprendiz aventajado de Hannibal Lecter pero, qué caray, no me sentía con fuerzas ni edad para volver a ser "novia".
Teniendo en cuenta que llevaba viviendo sola en feliz armonía conmigo misma unos cinco años, los principios fueron difíciles. Yo era un General en busca de tropa a la que mandar hacia la gloria, y el Pulgón era un Acuario de esos de manual, un espíritu libre, que sufría de ataques de urticaria gravísimos cuando oía una frase comenzar con "tienes que..." . Gracias a que en esta zona de la isla hace un frío que pela y ambos necesitábamos reconciliarnos en seguida por aquello de darnos calor, superamos el primer año. Luego compramos una estufa de leña, y ahora las reconciliaciones son más auténticas y menos interesadas.
Al cabo de ese primer año de prueba en el que comprobé que los Generales de Intendencia pueden también ser diplomáticos, y que los Espiritus Libres son sensibles a los pestañeos de los ojos verdes, un dia en que el Pulgón conducía, le dije, a traición: "Oye, que he estado pensando, y que creo que deberíamos casarnos". Un volantazo brusco, recuperación de la calzada que nos correspondía, el corazón volvió a latir después de una parada repentina, y dijo "Bueno, ya lo hablaremos".
Al cabo de muchos días, y sospecho que como venganza, porque en esa ocasión conducía yo, me dijo : "Mira, que vayas preparando los papeles de la boda esa", pero nervioso y colorado como un tomate. Me reí con ganas y lo amenacé con contarles a nuestros nietos la forma tan romántica en que el abuelo Pulgón le había dicho "sí" a la abuela Lego.
Nuestra boda fue exactamente como la planeamos (aquí el Pulgón dirá: "¡Como la planeaste tú! ¡Que yo quería que no hubiera ningún invitado, sólo nosotros y dos testigos!"). Lo último que hice antes de salir de casa fue barrer el patio, con mi traje de novia puesto y los perros brincando alrededor.
En el Ayuntamiento no hubo flores, ni música, ni anillos. Sólo familia, algún amigo muy, muy escogido, la presencia invisible de los ausentes y nosotros dos haciéndonos una promesa.
Comimos con nuestros treinta invitados en el bar de Ramón, y tomamos café en El Sitio, debajo del ciruelo.
La lista de bodas la pusimos en Leroy Merlin, para espanto de mi abuela Baba ("¿¿¿Cómo te van a regalar por tu boda un retrete, NIÑA???")
Un dia a nuestra medida, ciertamente lego-pulgoniano.

02 September, 2006

Malos tiempos

Breña está enferma. Un problema un poco largo de explicar, que se ha tenido que atajar con cirugía, pero que le ha causado estragos en la función pulmonar, cardíaca y renal.
La operaron el jueves, y me dijeron que, probablemente, no superaría la cirugía. Tomé la decisión con el deseo de ofrecerle una oportunidad para sobrevivir y, en caso de que no fuera posible, una muerte relativamente dulce. La operación fue un éxito quirúrgico, pero el daño a los distintos órganos vitales ya estaba hecho. Las primeras cuarenta y ocho horas eran cruciales. Y las pasamos.
Pero no termina de remontar.
Esta mañana fui a verla a la clínica. La saqué de su jaula, le puse una correa y me la llevé a dar un paseo como dos ancianitas, muy despacio, buscando la sombra, sentándonos a cada pocos pasos. Cuando nos sentábamos, Breña intentaba enterrar la cabeza en mi pecho, y yo la dejaba, y le hablaba, le contaba las novedades de la casa, los esfuerzos de Monchito para sacar de quicio al Pulgón, que Chicho sigue sin decir ni pio, cómo está floreciendo tímidamente el rosal del patio...
En una de estas conversaciones, separó su cabeza de mi cuerpo, y me miró. La Mirada con mayúsculas. Se va. Lo sé, me lo dijo, igual que me lo dijo con los ojos su hermana antes de morir, igual que me lo dijo Lego con tanta insistencia que me ayudó a firmar su eutanasia.
Entonces cambié el tema y el tono de la conversación. Le agradecí todo el amor que me ha dado, la paciencia que ha tenido conmigo, que he sido tan torpe, que casi he aprendido con ella a entender a los perros. Le aseguré que ha sido una gran amiga, ha cumplido a la perfección su cometido, me ha dado seguridad, me ha protegido siempre y ha hecho que me sienta muy querida. Le dije, con la voz y con las manos, lo mucho que la necesitaba. Le pedí que se quedara conmigo, se lo supliqué. Me despedí.
No sé qué pasará mañana. Sólo sé que ella, hoy, ha sentido que se moría. Y parte de mí con ella.

27 August, 2006

Monchito


Monchito consta en su cartilla de vacunación. Moncho, cuando ha hecho algo malo y lo llamo con tono serio. No sé cómo lo llamarán sus colegas pero, sea como sea, él se ha hecho respetar por los otros tres gigantes.
Está hecho como a cachos. Pata corta, rabo enroscado, cuerpo atlético, cuello enorme (aquí se identifica un ancestro presa canario o similar, no bromeo) y cabeza pequeña de hocico afilado. Y los ojos. ¡Los ojos! Negros profundos, que casi, casi, te dan en papel impreso su coeficiente intelectual canino. Deben ser los mismos ojos que tenía el lazarillo de Tormes. De superviviente nato. De ser que no se asusta por nada, que ha vivido cientos de años contenidos en esa porción inidentificable de cerebro que es la memoria histórica de su especie, su herencia instintiva. Es un dignísimo representante del auténtico Perro Sato (como se dice por estas tierras), raza que debería estar reconocida en el Libro de Orígenes Español, y cuyo estándar no vendría determinado por características morfológicas, sino por dos parámetros comunes a todo Perro Sato Español: instinto de supervivencia hiper-desarrollado, y la simpatía del golfo.
Lo adoptamos a través de internet, de una protectora de animales. Lo fuimos a ver un sábado, y recuerdo que yo le decía al Pulgón, con un tono de entendida en perros insoportable: "Bueno, ya veremos si es lo que queremos, si está sano, si no es agresivo..." cuando sabía perfectamente (y el Pulgón también, que ya nos conocemos) que, en cuanto le echara la vista encima lo iba a querer como una boba. Fuimos a verlo a una clínica veterinaria donde lo estaban tratando de una sarna, y nos recibió dando saltos de perro-pelota-de-ping-pong intentando llegar a nuestra cara para darnos un beso de tornillo al estilo Hollywood (pero en más sarnoso). Me enamoré de tal manera que lo abracé, lo besé y lo estrujé (después, en casa, me empezó a picar todo el cuerpo, pura sugestión). Sólo veía sus ojos brillantes mirándome. Su estado general y el pelo hecho polvo me pasó desapercibido. (En la foto, el "antes" y el "después")
Es, con diferencia, el que más trabajo nos da de los cuatro. Siempre tiene alguna trastada en mente, no para. Su deporte favorito es convertir nuestro jardín en lo que parece a veces un campo de entrenamiento de artificieros. Su manjar predilecto es el contenido del retrete del gato; sale con el hocico blanco de arena y el aliento apestoso. Pero yo lo quiero. La maternidad, es lo que tiene.

15 August, 2006

Embarazo administrativo: primeros síntomas

(Fotografía de marcalandavis)

Hoy me he hartado de llorar viendo una marathon de anuncios de televisión; Cannes y sus premios de publicidad. A ratos lloraba de emoción, otras veces de tristeza... otras porque el Pulgón no me comprendía y se reía de mí.
También lloré porque Brocha tiene su primer celo, y me da pena que se haga mayor y tenga la regla, y la persigan los hombres (bueno, de esto último quizá no me de mucha pena; creo que se parece más a la envidia, no termino de decidirme).
Y acabo de concluir la última (espero) sesión de llanto de este día tan largo y tan húmedo, viendo "Anatomía de Grey" mientras planchaba: me dió mucha pena estar quejándome (interiormente, pero queja, al fin y al cabo) por tener que planchar en un día festivo, cuando en el Hospital de Grey estaba muriendo un bebé prematuro.
Ahora me cuesta respirar, y tengo los ojos y la nariz rojos e inflamados. Pero no quiero mirarme al espejo, por si me da pena y empiezo con los llantos otra vez.
Nuestro expediente de adopción entró en China el 16 de Marzo de 2006, así que puede decirse que estoy en el quinto mes de este embarazo de elefanta. Sé que no hay hormonas en juego, pero no me negarán que los síntomas son claros. No tengo náuseas, es verdad, pero todo apunta a que, dentro de nada, empezaré a tener antojos. Voy a comunicárselo al Pulgón.

12 August, 2006

Se quema y muero


El Sitio está a cinco minutos a pie de la pista forestal más cercana. Cada vez que puedo, al amanecer o cuando se pone el sol, me llevo a uno de los perros a dar una vuelta al monte.
El suelo es blando bajo mis botas. Voy dejando una huella con cada paso, pero no siento que invado ni profano; siento que entro en casa de mis abuelos, de mis tatarabuelos, y que se me recibe con cariño, como ha sido siempre.
Nunca he querido llevar ningún aparato electrónico que reproduzca música; el sonido del silencio del monte es un placer auditivo, un vehículo que me lleva hacia dentro, hacia esa habitación interior, a oscuras casi siempre, y en la que estoy completamente a solas con lo que soy y lo que he sido, en todos sus matices, sin ocultar nada.
El perro es el acompañante perfecto, es como un eslabón entre el bosque y yo; su ser domesticado me lleva de la mano con su ser salvaje, para que yo pueda percibir la respiración de la montaña; para que perfeccione mi oído y mi olfato, y sea capaz de distinguir los sonidos y el olor de la vida. No de la Vida con mayúsculas: de la vida de esa mañana o esa tarde concretos, del momento irrepetible y grandioso que se me ofrece como espectáculo a mí, la invitada de honor, la hija pródiga que recupera su familia.
El aire es frío, incluso en Agosto. En el conjunto de la orquesta del monte, mis pasos tienen una partitura complicada de ejecutar, y procuro no perder el compás.
El paisaje es siempre cambiante, da la impresión de que se está haciendo un despliegue ostentoso de maravillas, y me hace gracia. Más de una vez me he reído en voz alta en mis paseos, y no me he sentido en absoluto ridícula.
Alguna vez paso por zonas de monte quemado. El pino canario es extraordinariamente resistente al fuego, incluso los ejemplares ennegrecidos, son capaces de enseñar brotes nuevos. Sólo por eso deben llamarnos con razón las islas Afortunadas. Los troncos negros y las pequeñas manchitas verdes hacen siempre que me detenga y me olvide de mi papel en la sinfonía. Da la sensación de que en estas partes del bosque hay más silencio aún; como si el proceso de la creación a partir de la muerte hiciera que la vida alrededor callara con asombro y respeto. Yo hago lo mismo.



¿Quién está matando a mi familia? ¿Quién me está robando? ¿De qué está hecha esa piel, esa nariz, esos oídos, esos pasos, esas botas?

05 August, 2006

Lujo

El otro día tuve que dejar a mi coche, del que estoy medio enamorada y con el que llevo más de cinco años de feliz convivencia, ingresado en el mecánico de urgencias. Como lo de vivir en el Quinto Pino tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes, necesitaba urgentemente un coche prestado. Y me acordé de mi hermano, de viaje por tierras orientales y exóticas, cuyo vehículo dormitaba a la sombra sin imaginar el cataclismo que estaba a punto de llegar a su tranquila vida.
Mi hermano dijo sí sin pensárselo (es generoso y lo quiero), me indicó dónde encontrar las llaves, y fui a recoger mi coche sustituto. ¿Dije las llaves? Perdón, quise decir, La Llave. Bueno, La Cosa Rara, porque no tenía "palito". Primer reto, encontrar la forma de sacar el "palito" de su bello y cromado escondite. Una vez conseguido, se abrió la puerta y me recibió un olor intenso a Coche Bueno. Acostumbrada como estoy a los coches con olor a perro o a paja y heno (prefiero, sin duda esto último), aspiré profundamente para no perderme ni un matiz. Me senté utilizando los referentes espaciales habituales, y caí al vacío hasta llegar al asiento; lo que en mi coche necesita impulso hacia arriba (un ágil ¡Hale hop!), en éste es un esfuerzo por no ser engullido por un asiento anatómico que se encuentra varios metros por debajo del nivel del mar. Pero ¡qué cómodo! ¡Qué segura me sentí, rodeada por el asiento en todas las dimensiones del espacio, excepto por delante! El único inconveniente es que no veía a través del cristal, quedaba arriba, muy arriba; a la altura de los ojos sólo tenía el salpicadero. Pero no me importó: qué espectáculo de luz y color... Un montón de botones con siglas misteriosas, que intenté descifrar utilizando mis nociones de español, inglés y alemán. Desistí y me limité a mirar con asombro toda aquella tecnología a mi servicio.
Al cabo de un buen rato, haciendo alarde del espíritu aventurero y curioso que, de vez en cuando, me invade, descubrí una palanquita para elevar el asiento. ¡Caramba! Así sí se verá la carretera cuando me decida a sacarlo del garaje.
Dueña del mundo, arranqué el motor; el ruido, como el de un felino de grandes dimensiones, satisfecho después de una comilona, es adormecedor. Grave, profundo, pero suave. Por costumbre, miré por el retrovisor y no ví ningún humo negro de combustión diesel, otro nuevo asombro.
Llena de valor, empecé a maniobrar para salir del garaje. Me dió la impresión de que el Titanic se movió en su dia con más agilidad. Claro, que también me da la impresión de que el Titanic era muchísimo más pequeño y menos lujoso que el coche de mi hermano.
A la media hora escasa, salí por fin del garaje y me dirigí hacia el Quinto Pino, feliz, asombrada y agradecida.

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Hace ya un par de días que lo tengo. El coche debe pensar que ha muerto y ha ido al infierno. No creo que esté acostumbrado a carreteras secundarias de mala muerte, ni a ser aparcado al sol (espero que mi hermano nunca lea esto; si lo hace, juraré que se trata de una licencia literaria, es decir, de una mentira) encima de tierra y hierbas. Tengo que compensarlo de alguna manera. Porque hoy me ha hecho un servicio que va mucho más allá del cumplimiento del deber.
Hoy ha sido un sábado especialmente devastador, cuidando un cuerpo humano que, una vez, contuvo un espíritu bellísimo, pero que hoy está habitado por un ser egoísta, manipulador y asustado. Salí de su casa sin saber muy bien cómo seguir respirando, cómo ahogar el grito de impotencia y nerviosismo que tenía atascado en la garganta. Me subí al coche e, inmediatamente, me sentí bienvenida. Arranqué y empezó a funcionar el aire acondicionado, sin yo haber tocado ningún botón. El ruido del motor me acunó unos momentos, y salí a la carretera. La caja de cambios se deslizaba bajo mi mando, como si las mías fueran las órdenes más oportunas e inteligentes dadas por conductor alguno. Cuando tomé la autopista, pareció que mis dedos fueran por propia voluntad hasta los botones del equipo de música. Cold Play lo inundó todo, y volví a respirar, y el grito se convirtió en suspiro de alivio. Me acordé de mi hermano e, interiormente, le mandé un beso que debe estar ya camino de China.
Espero no perder nunca la capacidad de apreciar, saborear y agradecer (a quien corresponda), los lujos, pequeños y grandes, que me rodean.

02 August, 2006

Chicho El Silencioso



No, no es un capo de la Mafia. Aunque, bien pensado, no lo sé con certeza.


El Domingo, el Pulgón y yo fuimos de paseo a la capital, a darnos un bañito de ciudad y quitarnos un poco los terrones de tierra de los zapatos. Visita al rastrillo dominical, compra de varias pulseritas de cuero iguales para los dos (dentro de NADA, nos echan del país por cursis) y almuerzo en una cervecería alemana con terraza. Al Pulgón se le antojó una salchicha de un metro. A pesar de mi advertencia materno-conyugal de que "si no se lo comía todo me iba a enfadar", terminamos pidiendo semejante atentado contra la decencia y la moderación.
Cuando dimos buena cuenta, en el sopor cuasi coma en que quedamos sumidos, nos fijamos casi al mismo tiempo en un perro pequeño y gracioso, si no me equivoco, un Schnauzer mediano sal y pimienta. Olisqueaba con gran interés un rincón y, fijándonos con más atención, nos dimos cuenta de que el objeto de su ansioso olfateo era un canario verde que casi no podía volar. Tenía su anillo en la pata, así que se trataba de un animal criado en cautividad, con muy pocas opciones de supervivencia en libertad (triste, pero cierto). El Pulgón lo cogió echándole por encima su camisa (sí, es verdad: a su lado, Superman es una birria de héroe) y nos lo llevamos.
Entonces se nos planteó un problema: dónde diantres conseguir una jaula un domingo por la tarde. Nos fuimos al Puerto de la Cruz, a cuarenta y un kilómetros de Santa Cruz, yo conduciendo, y el Pulgón con Chicho o Chicha en la mano (como homenaje a la salchicha gigante que nos había hecho tan felices antes y tan pesados ahora).
Llegamos a un centro comercial abierto en ese día festivo (las ciudades turísticas ya se sabe) y compramos una jaula que no me convenció en absoluto, pero que tenía puerta, suelo y dos palos para que Chicho se posara. Volvimos a casa con el pájaro dentro de su jaula, y le puse comida y bebida. Metió la cabeza en el comedero y hoy, cuando han pasado ya más de siete días, aún no la ha sacado. Sé que está vivo porque, de vez en cuando, bebe agua, y porque hace ruido al quitar la cáscara a los granos de alpiste. De resto, su silencio y su postura fija, a veces, me llevan a pensar que ha muerto y se ha ido al cielo, eso sí, con la barriga bien llena.
Hasta que no empiece a cantar, no sabremos si vivimos con Chicho o con Chicha. Por el momento, sólo es Chicho el Silencioso, y tal vez se trate de un capo de la mafia aviar, que escapó de sus secuestradores, miembros de la familia Cantaglia, antes de que le pusieran en las patas dos bloques de hormigón y lo tiraran al río (o bueno, al mar, que aquí ríos no hay). Y tal vez desconfíe de nosotros (la vida le ha enseñado a no dejarse engañar por buenas intenciones en forma de alpiste de calidad y mimitos varios), no creo que nos confunda con ningún miembro de los Cantaglia, tenemos pocas plumas para eso, pero podríamos ser matones a sueldo de alguna familia rival... Sé que me mira de reojo cuando cuelgo la jaula de un clavito en el patio. No saca la cabeza del comedero transparente (creerá que está blindado, pobre), pero me mira. Quizá con el tiempo consiga que confíe en mí y se caliente al sol de la tarde; incluso puede que utilice algún día el bañito de agua fresca que compramos para él. Tal vez.

25 July, 2006

¡Qué calor!


Acabo de terminar mi sesión matutina de tareas ganaderas y juro que no había sudado tanto desde... yo qué sé desde cuándo.
Para trabajar, lo primero que hago es embadurnarme de protector solar (Lorenzo y yo somos archienemigos declarados por toda la eternidad amén), ponerme mis guantes de cuero (entonces me siento como Robert Redford en "The horse whisperer") y mi sombrero de paja de ala anchíiiiiisima, que me da sombra hasta un metro y medio por delante de mí; casi, casi, una sombrilla de playa encasquetada en la cabeza. Chandal, camiseta de algodón y botas de agua de color verde oscuro, mordisqueadas por un par de generaciones de cachorros; es decir, con los bordes festoneados como si estuvieran hechas de encaje de bolillos. Con este atuendo tan provocativo (debo tener cuidado, una nunca sabe los corazones que va rompiendo por ahí sin querer) abro la puerta a las gallinas, para que salgan a comer bichitos, hierbas y lo que quieran. Y empieza la sesión de Pilates campestre: estira, barre, echa cubo de comida, estira, respiración, recoge estiércol, llena cubo de agua, estira, respiración, come una ciruela (¡eh! ¡Eso no es Pilates!), lleva carretilla de paja, sigue recogiendo estiércol, llévalo al contenedor de compost, no olvides seguir respirando... ¡¡y eeeeeeestira!!
Cojo una escoba roja y pastoreo las gallinas de vuelta al gallinero, haciendo con la boca un ruido absolutamente profesional (ya no me siento tan parecida a Robert Redford, pero aún llevo puestos los guantes; por lo menos, me queda eso).
Vuelvo a casa con tres o cuatro huevos en las manos (¡gracias, amigas!), muerta de cansancio y derretida literalmente. En la nevera no hay Coca-Cola, así que me hago un sorbete de Kiwi:

Se cogen un par de kiwis, se pelan y se ponen en la Thermomix. Un limón, se le quita la cáscara, "lo blanco" y las pipas, y se añade también. Un poco de azúcar (al gusto, yo le echo muy poca) y cubitos de hielo. Velocidades 5-7-9 gradualmente durante dos minutos.

La casa está fresca porque la tengo cerrada a cal y canto; fresca y oscura, dan ganas de tumbarse en el suelo frío, con el sorbete de kiwi, a dejar pasar las horas fuertes del dia. Pero tengo que seguir con mis ejercicios de Pilates, esta vez en el supermercado y, por la tarde, en el trabajo. Pero en ninguno de los dos sitios está mi odiado Lorenzo. ¡Bien por mí!

22 July, 2006

Maisa


Esta es la historia de una mujer con un agujero en el centro del pecho. Un agujero profundo, enorme, en el que soplaba un viento helado, que la obligaba a buscar constantemente el calor. Pero ninguna fuente de calor era capaz de dejar fuera al viento. Ningún sueño, cumplido o por conquistar; ningún afecto, ningún amor, consiguió llenar el agujero y protegerla del viento frío que, con el tiempo, bajó hasta el costado, y allí se hizo poderoso desde lo microscópico, se extendió por todas partes, y se llevó consigo a la mujer.
Desde chica intuí que tenía una misión importante que cumplir. Tenía que hacer de puerta gruesa y pesada y, al mismo tiempo, de hoguera, de manta y de bufanda. Debía conseguir vencer al frío, al viento, y que Maisa pudiera, por fin, descansar y calentarse sin prisas, mientras tomaba un café con leche. No lo conseguí nunca. Y sé que ella lo esperaba de mí, lo necesitaba de mí.
De niña avanzaba a tientas, por pura intuición, y por puro amor. En ocasiones me parecía haber encontrado la fórmula mágica, pero el conjuro no conseguía más que el pobre calor de una bengala. A los niños (a mí, al menos), les cuesta digerir la frustración. Para hacerlo, fui creando, poco a poco, Mi Lugar. Tenía (tiene) forma de cúpula; es de cristal y, aunque algunas personas (pocas) se han asomado, ninguna ha podido entrar en él. Dentro se está bien, se oye el ruido del agua, siempre es de dia, el suelo es blando. En Mi Lugar guardo, en una mezcla de formatos imposible, recuerdos, imágenes, películas, libros e invenciones. Y un cojín en el centro, donde me siento y recupero lo que necesito en cada momento. En aquellos años en los que intentaba salvar a mi madre del viento, lo visitaba muy a menudo.
Con el tiempo, abandoné la lucha. Decidí que era demasiado doloroso no llegar nunca, no ser capaz, no ser suficiente. Y me alejé. Me fui tan lejos que me convertí en una extraña, pero una extraña que, bendecida por una fortuna que aún me aturde, encontró su Sitio, el perfecto contenedor de Mi Lugar. No es sólo una casa y una ubicación geográfica, sino también una ubicación personal respecto a lo pasado y al presente. Ya hablaré de El Sitio en otra ocasión, y de cómo está indestructiblemente unido a Maisa, cosas de los amores y los lazos invisibles.
Al final, una mañana espléndida de domingo, en abril, cuando más lucía el sol, dejó de buscar calor, o se fue a buscarlo a otro sitio, lejos de nosotros. Y casi, casi, recojo de su almohada el agujero del pecho, y casi, casi, se me pega a la camisa en esos días. Creía rendirle homenaje cargando con su frío. Pero, con el paso de los meses y un diván (gracias, Maite) el agujero desapareció solo, se fue a buscar un pecho más propicio.
Esta noche siento la necesidad de hablar con Maisa, y de pedirle perdón por haberme rendido y, pura contradicción, para decirle lo aliviada que me siento por haberme rendido a tiempo; si no, tal vez ahora sentiría un viento helado por dentro.

11 July, 2006

Ciruelas amarillas


Ya están los árboles llenos de ciruelas. Aún no tienen el color amarillo brillante que sabe a dulce con sólo mirarlas. Dentro de poco (a lo sumo, una semana), empezarán a oler a fruta, un olor que lo llena todo y que hace que te entre prisa por coger la mayor cantidad posible de ese tesoro amarillo. Son tantas que, una vez satisfechas las demandas de familiares, amigos y colegas del trabajo (que son muchas), aún quedan para hacer mermeladas deliciosas. Una parte la reservo, como un avaro contable, para congelar peladas y sin semilla, y así poder tener un poco de verano a lo largo de todo el año.
Los perros y los caballos se nos han adelantado, como cada mes de Julio, no son capaces de esperar a su punto perfecto de madurez, pero ¿y lo limpio y reluciente que se les queda el aparato digestivo? Ellos me han demostrado muchas veces que son sabios, así que no seré yo quien decida cuándo es el momento más oportuno de comerse una ciruela.
El domingo vino gente a casa a cogerlas. Sin haberlo planeado, se formó un grupo de personas de lo más variado, unidos por las ganas de pasar una tarde estupenda. Por cierto, todo mujeres menos el Pulgón. Afortunado él. La casa se llenó de actividad y risas. Intentamos planificar el trabajo, y al final salió un alegre desastre, con cadenas humanas en las que los eslabones se ponían a hablar de mil cosas, mientras el alfa, haciendo equilibrios sobre la escalera, intentaba en vano comunicar con el omega, encargado de llevar el cubo lleno de fruta hasta la mesa.
Lo que más placer me proporcionó fue ver al Pulgón con su madre. No hace falta decir con palabras cuánto se quieren; cualquiera que los mire cuando están juntos, no tendrá ninguna duda. Tienen una complicidad de la que estoy excluída, pero en la que no me atrevería tampoco a participar. Me conformo con ser espectadora admirada y, por qué no decirlo, un poco desconsolada.
Además de devorar las ciruelas sin control, con un ágil y depurado movimiento, del árbol a la boca, limpieza con la manga de la camisa, y vuelta la mano al árbol, hago una mermelada que me enseñó Maui, de El Cafetito .

Mermelada de ciruelas y hierbahuerto
Fruta pelada y sin hueso. La mitad de su peso, de azúcar. Se coloca en un recipiente una capa de fruta, hojitas de hierbahuerto, capa de azúcar. Y así, hasta terminar con capa de azúcar. A la nevera hasta el día siguiente, que, probablemente, es domingo.
Cuando nos despertemos, iremos corriendo a la nevera, a ver si el resultado de nuestro experimento es alentador, o no. Siempre lo es, no hay que preocuparse. Ahora viene el proceso de buscar entre la masa de fruta y azúcar las hojas de hierbahuerto, y guardarlas en una bolita de esas para poner té. La fruta y azúcar se ponen en la Thermomix (se puede hacer a fuego lento también, claro), se quita el cubilete, y se deja descansar sobre la tapa una cucharilla en la que engancharemos la bolita para té con las hojas de hierbahuerto, de manera que no llegue a rozar las cuchillas, pero esté en el interior del vaso. Con el vapor de la cocción, dará aún más sabor a la mermelada. Yo pongo de entrada 30 minutos, temperatura 100, velocidad 1. Cuando pasa este tiempo, cojo un poco de mermelada con una cuchara de palo, y dejo que se enfríe apenas; cuando ya no quema, la dejo caer de nuevo en el vaso, para comprobar el punto, teniendo en cuenta que al final voy a añadir un poco de pectina, y que al enfriar del todo, espesa. Si estoy satisfecha con el resultado, mezclo una cucharadita de pectina con una cucharadita de azúcar, y la añado, ya sin temperatura, un minuto, velocidad 3.
Una vez hecho esto, la pongo en botes de cristal bien limpios, diez minutos en la olla superrápida, dejo que enfríe, y coloco los frascos boca abajo hasta el día siguiente, seguramente un lunes aburrido y poco estimulante, que cambiará por completo desde el momento en que pruebe la mermelada.

02 July, 2006

Una tarde perfecta

El viernes tuve que ir a la Isla de Enfrente a un curso de formación continuada. El curso parecía interesante, pero tengo que reconocer que no era sino una excusa para pasar una tarde con Guru. O Gurú. Porque es mi Guía Espiritual en lo que a cacharros, cocina y "tiramisuses" se refiere. Y además, es mi amiga.
Me vino a buscar a la Facultad y fuimos directamente a comer a un italiano. Una maldición pesa sobre mí: siempre me parece mejor elección los platos de los demás. Guru pidió pasta con gambas y calabacín, y yo pasta con setas y rúcula. Disfruté de lo lindo con el contraste de la rúcula y las setas, y del toque del parmesano rallado, pero es que el plato de ella era un espectáculo. Y luego vino ¡el postre!. Pannacotta con salsa de fresa. No tengo palabras. Tan suave que, en un momento de locura pensé: "si es tan ligero en la boca, seguramente significa que no engorda". Luego recordé que "panna", en italiano, es "crema", osea, nata pura y dura. ¿Quizá "cotta" significa "aditivo que quema las grasas y se añade a la nata para que usted pueda disfrutarla sin temor"? ¡Tal vez sí! ¡Qué bien que no sé italiano!
Después de comer fuimos, directamente y sin escalas, al paraíso de los adictos a los cacharros de cocina, a la Cueva de los Tesoros (no diré de los 40 ladrones, porque al dueño no le va a gustar, y porque no se ajusta a la realidad), en dos palabras : a Benítez. Desde que atravesé el umbral de la puerta, mi radar convencional y mi radar-digital-para-ocasiones-especiales, empezaron a funcionar a pleno rendimiento. Y creo que a Guru le pasó algo parecido, porque nos separamos y, de vez en cuando, nos encontrábamos en un punto del pasillo, lanzábamos exclamaciones cuando veíamos algo especialmente interesante, o nos mirábamos con asco cuando descubríamos, al lado de los moldes de silicona en forma de rosa, unos orinales para enfermos encamados (¿qué hacian esos orinales allí, por amor de Dios?). Fue muy divertido. Mi botín consistió en un rodillo antiadherente (regalo de amiga), una cuchara de madera, una cuchara para miel con abejita de adorno, una brocha de silicona, un molde para empanadillas, un molde redondo y bajo de tarta, con suelo desmontable, dos láminas de teflón... y alguna cosa que se me queda en el tintero. ¿Por qué mi cámara de fotos ha decidido morir justo ahora, cuando más la necesito?
Salimos de Benítez cargadas y felices. Al pasar por el escaparate, ya con nuestras bolsas repletas, sentí una llamada dulce desde el expositor. Pero, por una vez, las sirenas con forma de cuchillo de porcelana no lograron atraerme a la trampa mortal con sus canciones; todo lo más, consiguieron que entrara a preguntar el precio, pero nada más.
El resto de la tarde lo pasamos poniéndonos al dia en gestos, risas, miradas, tonos de voz... todo aquello que internet, a pesar de su omnipotencia, no permite compartir. Bueno, también nos pusimos al dia en cotilleos internautas, destrozamos la imagen pública de Nicole Kidman, no nos pusimos de acuerdo en si Angelina Jolie era más guapa que Catherine Z. Jones, declaramos a Horatio de CSI Miami un estúpido, y también hicimos una encuesta (muestra de dos individuos, pero altamente significativa) sobre quién era más atractivo: Garzón o Grande-Marlasca. Una conversación intensa y profunda, que nos dio mucha hambre.
Con la intención sincera de cenar algo ligerito, pero que nos repusiera de tanta profundidad intelectual, fuimos a Tony Roma's. A comernos una ensaladita. Parece ser que las ensaladitas las ponen en una sección de la Carta bien oculta, porque yo no las vi por ninguna parte. Así que pedimos Jalapeños con una salsa de ¿yogourth? y unos Nuggets con salsa de mostaza. Y como queríamos más verdura, unas papas fritas. De postre, una galleta caliente servida con una bola de helado encima, y chocolate derretido para rematar. Eso sí: uno para las dos.
Tras una cena en la que hasta Obelix habría quedado satisfecho, me entró todo el cansancio acumulado; el madrugón para llegar al aeropuerto, el avión, el curso... Así que Guru me llevó a mi hotel, y nos despedimos. Y me dormí mientras le colgaba al dia el cartel de Una Tarde Perfecta.

25 June, 2006

Harry Potter y el Cáliz de Fuego

Hoy he terminado el cuarto libro de Harry Potter; me lo prestó Meme (y no estoy segura de devolvérselo en perfectas condiciones, ups...). Lo terminé de leer sentada con el Pulgón en el Parque Remodelado que, por cierto, merece un Notable alto. Iba dispuesta a suspenderlo con un menos algo, y al final me ha encantado; sigue teniendo rincones especiales, aunque la tala de árboles haya sido, en verdad, drástica. Nos sentamos en un paseo con arcos y estatuas italianas, cerca de la fuente de La Gorda (la Fecundidad, lo sé, pero siempre se ha llamado La Gorda, y no es un insulto, es una escultura bellísima). El Pulgón con su periódico y la revista dominical, y yo con mis dos últimos capítulos de el Cáliz de Fuego; Coca-Colas y un paquete de Skittles.
El final es apasionante, creo que es el que he devorado con más ganas. Es un universo tan abarrotado de personajes, situaciones, aventuras y toneladas de magia, que cada vez que me relaciono con un libro de la saga, me siento transportada y, bastante tiempo después de dejarlo en su estante, sigo buscando a mi alrededor, en la vida cotidiana, signos de la presencia de los magos, los gigantes, los muggles (que soy yo). Y por las noches, cuando oigo una lechuza (coruja se llama por aquí), sé que está llevando una carta o un paquete a alguien. Me encantaría ser maga, o bruja. Y sería fantástico estudiar en Hogwarts. Empezar el Primer Curso en el Gran Comedor, y ponerme el Sombrero, para que me dijera a qué casa pertenezco. Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff, y los negros Slytherin. ¡Qué nombres tan bonitos!
Recomiendo a cualquier adulto al que le guste la lectura que de una oportunidad a estos libros. Bien escritos (sin alardes), entretenidos y, a diferencia de otros relatos infantiles o juveniles, aquí el Mal está presente desde el principio; se puede combatir, pero no siempre se consigue eliminar. Recuerdo los malos de "Los Cinco" o "El Club de los Siete Secretos" y me parecen enternecedores pero un poco ñoños y alejados de lo que después he conocido como "los malos" (todos los hemos conocido, en un momento u otro de nuestras vidas). Voldemort es malo malísimo, y lo peor de todo, tiene partidarios, que lo han elegido libremente. ¿Habrá algo más real que eso? Quizá no es una lectura apropiada para según qué edades, pero hace que los niños se enfrenten a las cosas oscuras de la vida con la esperanza de que ellos mismos pueden combatirlas. Porque Harry no tiene superpoderes (bueno, es mago, pero una vez te metes en el libro, ya no te parece tan extraordinario, je, je), sólo es un niño que intenta hacer las cosas bien; sobre todo, procura no hacer daño a los demás, quiere mucho a sus amigos, respeta a sus profesores. Cualquiera (niño y no tan niño) puede ser Harry y, a veces sin saber bien de dónde se han salido las fuerzas y los recursos, cambiar una situación mala para todos y convertirla en otra que mejore la vida de alguien.
Claro que, todo esto, lo pienso cuando ya me he tragado el libro casi sin masticar. Mientras lo leo, sólo sé que en Hogwarts hay algunos pasillos en los que la corriente de aire es malísima para los huesos...


22 June, 2006

Dudo


Yo de mayor quiero ser como Dudo.
Sus comienzos fueron difíciles, no recuerda nada de su nacimiento, sólo que pasó de pronto, de la tibieza y el silencio, a un contenedor de basura. Sin paradas. Con otros dos hermanos, en una bolsa de supermercado. Alguien pasaba por allí, vio la bolsa moverse y los recogió, con el cordón umbilical aún húmedo. Y ese alguien, una desconocida, gracias a que el Destino movió los hilos necesarios, terminó ofreciéndome a mí a Dudo.
Su segunda dificultad fue la dueña que el humorístico Destino le adjudicó. No contenta con llamarlo Elsa, a él, todo masculinidad, le daba biberones cada dos horas siempre que estuviera el sol alto en el horizonte; en cuanto oscurecía, los intervalos de dos horas iban prolongándose hasta que Dudo-Elsa, fuera de sí de indignación, hacía ruidos varios que conseguían que su dueña le diera un biberón ¡frío!
Superada esta traumática infancia, y una vez el veterinario hubo declarado como altamente inconveniente el nombre de Elsa para un gato macho, Dudo creció mucho, descubrió las ventanas abiertas, y que había un mundo inmenso ahí fuera. Poco a poco fue aventurándose, hasta que encontró graves dificultades que nunca he logrado averiguar, pero que tuvieron consecuencias nefastas para su integridad física. Volvía de sus excursiones "hecho unos zorros", cabizbajo, herido, humillado... Así que tomé la decisión de salvarle la vida, una vez más, y, con la ayuda de la veterinaria, lo hicimos un poco más Elsa. Le quitamos su fuente de desasosiego y lo convertimos en un gato gordo, feliz, sin preocupaciones.
A partir de ahí, el Universo Conocido se redujo un poco. Las ventanas abiertas perdieron todo interés, y el rayito de sol que entra por la mañana en la sala, y por la tarde en la cocina, fueron más que suficientes para sus necesidades de vitamina D; aunque no estoy del todo segura de que tome el sol por ese motivo.
Ahora ha llegado a la avanzada edad de once años. Su rutina diaria empieza entrando en el dormitorio cuando el Pulgón y yo tenemos la decencia de abandonarlo; nos mira con cara hosca y dolida, vuelve la cabeza y avanza con parsimonia hacia el edredón, que aún conserva el calor de la noche de sueño. Pasa la mañana entre el edredón y el alfeizar de la ventana, donde le da el sol tamizado por los árboles, y a través de la que mira el jardín, donde los perros gastan una cantidad enorme de energía, en un despliegue de juegos vanos e infantiles que él nunca entenderá. Los mira con desprecio, o quizá intrigado y con espíritu científico. Quién sabe cuáles son sus reflexiones.
A media mañana le entra hambre y se dirige sin prisas (siempre sin prisas, todavía queda mucho día por delante, no hay que precipitar los placeres) a su comedero. Sólo ahora, a sus once años, ha descubierto que hay alguna comida en el mundo que no le gusta: el pienso marca "Blacky" que le compré el otro día. Lo sé, soy cruel, ningún dueño de gato que lo quisiera de verdad haría algo semejante. Diré en mi defensa que era una situación apurada, y era la única marca que vendían en el supermercado al que voy. El pienso para gatos "Blacky" consta de corazónes color hígado (seguramente, sólo el color), huesitos color zanahoria (¿a quién se le ha ocurrido poner huesitos en un pienso para gatos?) y rombos color pollo. Pues Dudo sólo quiere los corazones. No creo que esté enamorado, quizá tienen un gusto que tolera. Pero los huesitos y los rombos le inspiran una profunda repugnancia, de manera que se dedica durante largo rato a separar con la pata lo que no le gusta y a tirarlo fuera del comedero, por si "esos perros" quieren comérselo. Bebe unos sorbos de agua de su taza especial, y vuelve al edredón o al solarium.
Unas horas después del frugal desayuno, la Naturaleza hace su llamada, y hay que atenderla. Se encamina lentamente a su retrete (intento que sea inodoro, pero por el momento, es retrete), una bandeja de arena con su tapa, para que haya más intimidad. Al entrar lo recibe un fuerte olor a amoníaco, porque su dueña, evidenciando una dejadez intolerable, hace días que no le cambia la arena. Sumido en negros pensamientos, se dirige al cuarto de baño, cuya puerta alguien, imprudentemente, ha dejado abierta y allí, en el suelo, al lado del inodoro (éste sí) humano, cumple con ambas funciones naturales, a saber: aguas mayores y aguas menores. Esto lo hace por el simple placer de fastidiar, y como denuncia pública del mal trato y vejaciones a que se ve sometido.
La tarde trae nuevos retos, pues hay que cambiar de ventana. La de la cocina da a la calle, por la que pasan perros, viandantes y coches. Dudo reflexiona acerca de todo lo que ve, y debe ser una actividad muy entretenida, porque puede estar horas en la misma posición.
Cuando el sol empieza a ponerse, es el momento de acomodarse en el sillón de la sala, esperando a que el Pulgón y yo nos sentemos a ver la tele, y acurrucarse en medio. Es su hora de ponerse cariñoso. Le gusta que le hagan caso, que le den calorcito y caricias. Y, si nos esmeramos, al final se duerme profundamente.
En general no es una mala vida.

21 June, 2006

Miedo

Baba se cayó esta tarde. En su obsesiva precipitación, quiso comprobar por enésima vez que el taxi que esperaba, efectivamente, asomaba al principio de la Rambla. No sé a dónde iba esta tarde. Probablemente uno de sus planes de estos últimos tiempos, tan distintos a las tardes de canasta en el Casino, a las visitas a tia Consuelo, en las que hacía de enfermera y no de enferma, a las meriendas de miércoles como la de la foto. No, últimamente el miedo no la deja hacer lo que hacía antes. Se resiste como una fiera a dejarse vencer, a dejar de maquillarse, de vestirse y ponerse sus perlas y su alianza diminuta. Busca deseperada un plan, un objetivo, una misión para cada tarde de cada semana de cada mes. Algo que la obligue a salir de la casa, por si al mismo tiempo, le abriera un resquicio, aunque fuera pequeño, por el que salir del miedo.
¿Dónde quería ir hoy? Me lo pregunto una y otra vez, aunque no tiene ninguna importancia. Pero ¿a dónde iba? ¿A casa de su amiga de los lunes, donde rezan el rosario y "unas oraciones tan bonitas" (dicho esto, siempre me recita una de San Juan de la Cruz)? ¿A casa de su tia (aunque parezca una errata, mi abuela de noventa y dos años, tiene una tía)? ¿Dónde iría? Sé dónde y cómo terminó su tarde, pero no sé cuál era su misión de hoy, su salvavidas de hoy.
Su tarde terminó en el servicio de urgencias. Un chichón, un ojo morado y las rodillas desolladas e hinchadas. Y el miedo, multiplicado por mil. El miedo, crecido, enorme, reluciente, fuerte, invencible. El miedo, que es lo único constante y seguro , lo único que siempre está ahí. Maldito sea. Arruinando lo último que le queda.
La fui a ver muy tarde, cuando salí de trabajar. La encontré arreglada, con una chaqueta de verano blanca y negra, rimmel y perlas. La acompañé a acostarse y vi su cuerpo consumido, encogido, aplastado por el miedo. Le di un beso de buenas noches y la dejé rezando el rosario, dejándose acunar por lo único a lo que no teme. Le doy gracias a Dios por eso.

16 June, 2006

Al fin en casa


Brocha está en casa. Por fin. Con un montón de plaquetas, un apetito descomunal y mucho, mucho mimo. Te mira desde el fondo de su campana con esos ojos enormes, color canela, y estás perdido.
La sensación de alivio es tan grande, que no recuerdo haberla sentido igual antes. Ahora está echada a mis pies, a pesar de que los otros perros están en la sala, con el Pulgón, viendo televisión; y a pesar de que en la sala tiene su alfombra favorita, colocada estratégicamente debajo de la mesa. Pero ella quiere estar conmigo.
No sé si me habrá echado de menos, no puedo imaginar el pensamiento de los perros, si localizan los afectos y la seguridad en una persona, o en un conjunto de olores, sonidos y sensaciones. La realidad es que está aquí, a mis pies, mientras escribo en esta noche feliz, después de un dia largo y muy, muy intenso.

15 June, 2006

Más Brocha


Cómo cambia todo en un sólo día. O a lo mejor sólo cambio yo, que me sacudo mis pesimismos e intento mirar la realidad con las gafas bien limpias. Brocha está recuperándose asombrosamente bien, come con el apetito de una chicarrona del norte, las plaquetas han doblado las cifras de ayer con dosis bajas de corticosteroides, no ha tenido fiebre y, si todo sigue evolucionando tan favorablemente, quizá mañana pueda venirse con nosotros a casa. Claro que no podrá, por el momento, bailar el twist con Monchito, ni hacer socavones de metros de profundidad (debería alquilarla como mano de obra para la ejecución de fosas sépticas, es una fuera de serie), ni siquiera estar con los demás cuando no podamos vigilarla. Pero, al menos, estará en su casa, debajo de su mesa, echada sobre pies conocidos. Se pasará las mañanas dormitando en la alfombra, mientras Dudo, el gato la mira desde la altura de su sofá. Y entonces no me inquietará saber qué piensa, porque seguro que sus pensamientos son agradables. Por qué el sol se va rodando y me obliga a cambiarme de sitio, faltará mucho para que me den de comer, quizá me levante a beber un poco de agua, no, mejor sigo durmiendo y bebo más tarde, querrá el gato que me meta su cabeza en la boca y lo llene de babas, como siempre...

14 June, 2006

Brocha


Brocha es una perra pastor alemán de nueve meses. Es asturiana de nacimiento, canaria de adopción. Un terremoto autentico, "La Increíble Perra Soprano", como la llamamos a veces (por los alaridos que da cuando se cruza con otro perro, unos gritos que te dejan paralizado de terror, con el pelo cubierto de canas).
Es íntima amiga de Monchito, con él le pueden dar las tres de la madrugada sin haberse cansado de jugar (nosotros y los vecinos sí nos hemos cansado de sus juegos, aproximadamente desde de las diez y media o antes). Sobre Monchito escribiré otro dia. Ahora quiero hablar de Brocha. De cómo entra como una exhalación por la puerta y se mete de cabeza debajo de la mesa, convirtiéndose en perro invisible como por arte de magia, para que la dejemos estar echada a nuestros pies sin darnos cuenta. Le encanta el contacto físico, parece que necesitara que su cuerpo tocara otro cuerpo en todo momento. Y si puede ser uno de mis pies, mejor. Y si es una de mis manos sobre su cabeza... entonces cierra los ojos con placer y parece total y absolutamente feliz y completa.
Está ingresada desde el domingo en un Hospital Veterinario, y yo estoy consumiéndome de preocupación. Esta mañana la operaron para quitarle un pedazo de hierro que se había tragado y que, según las apariencias, le estaba produciendo un cuadro de fiebre, vómitos (sólo el domingo) y distensión abdominal. Pero durante la cirugía han encontrado una esplenomegalia muy importante (aumento del tamaño del bazo), cuya causa se desconoce. Y una trombocitopenia tremebunda (pocas plaquetas) que me tiene angustiada. Se me pasan por la cabeza linfomas, leucemias, y enfermedades por el estilo. Me digo a mí misma que el pensamiento positivo, suponiendo que no influyera en los acontecimientos, al menos me ayuda a no entristecerme demasiado. Pero no soy capaz. Yo, la eterna optimista, hoy lo veo todo, no diré negro, a eso me niego, pero sí gris. Gris, desde luego.
Esta tarde, cuando fui a visitarla, no se levantó (estaba recién operada, tampoco esperaba otra cosa), pero movió el rabo y me miró con una insistencia casi insoportable. ¿Que si hablan los perros? ¡Gritan!
Me la imagino a estas horas de la noche en su jaula, con la campana puesta, una cicatriz bastante considerable en el abdomen, la via en la pata trasera, con su esparadrapo azul (aunque el color que más le va es el amarillo, pero no estamos para coqueterías) y el suero que gotea. ¿En qué estará pensando? ¿Sabrá que todo este dolor es para curarla? ¿Sabrá que no la hemos abandonado y que queremos que vuelva a casa con nosotros? ¿Pensará en Monchito?