19 May, 2010

Herrera, Carlos: con su permiso


Idolatrado Don Carlos,
le escribo para confesarle mi amor (platónico, no tiemble). Este sentimiento se viene gestando desde hace años en la distancia y el silencio. Creo llegado el momento de informarlo a usted de la situación.

Mi rendida admiración se encuentra con algunos obstáculos, y en momentos bajos, incluso me parecen insalvables. Pero luego se me quita.
El primero, su esposa y el mío. Claro que, para el amor platónico, los matrimonios son lo de menos. Eso lo podemos superar.

Pero luego viene todo lo demás, detalles que se me han clavado en el alma como puñales ingratos, que me llevan a pensar que usted no me conviene como Admirado, que usted, seguramente sin querer, traiciona este amor tan puro que yo atesoro. A continuación, le hago una lista de aquellas cosas que verdaderamente nos separan, por si usted amablemente pudiera cambiar de opinión para hacerme así muy feliz.
  • Gatos. Usted no conoce a Dudo. Ya no lo va a poder conocer porque se murió. Pero fíese de mi palabra, los gatos (mi gato) son muy divertidos como personajes de una casa.
  • Mantequilla. No la uso para freir, no soy tan afrancesada. Pero ¿para una tostadita? ¿Unas galletas danesas de mantequilla recién salidas del horno? Le voy a mandar una lata.
  • Toros. Ay, que dolor más grande que le gusten a usted los toros. En fin.
  • Energía Nuclear: esto ha sido ya la puntilla (permítame la referencia taurina). Sí, soy de esos del "no a todo". Ecologista de medio pelo, si quiere, porque me falta un montón de información. Pero instintiva y emocionalmente, me sale de la boca, aunque no quiera, "No a todo". Qué cosas.
Sólo quería ponerlo en antecedentes, por si lo nuestro tuviera alguna posibilidad. Piénselo.



Suya, a pesar de todo,
Lego, señora de Pulgón