15 December, 2006

Baba


El sábado pasado la acompañé desde el almuerzo hasta la noche, como otras veces. Pero en esta ocasión, asistió una invitada especial e inesperada: Baba de años atrás. Alegre, ocurrente, de conversación entretenida y memoria pretérita clara como el agua. Aproveché que llevaba una grabadora para sonsacarle recuerdos de infancia y trazos sueltos de una vida y la gente que se encontró en ella.
Almorzamos juntas en la sala, en bandeja, como dos señoronas, rodeadas de fotografías y presencias. Después de comer, nos sentamos en el despacho, a oír el ruido de fondo de la televisión (cómo adormece) y a cortar retales para una colcha. Los suyos llevan la huella inconfundible de las cataratas, pero al menos hizo el esfuerzo.
Se nos pasó la tarde entre anécdotas, cabezadas y silencios. Merendamos, se nos hizo de noche, regresó su compañía profesional de su día libre, y me despedí. Me fui con la sensación de haber vuelto atrás en el tiempo, a mi abuela de hace un par de años, que había sufrido últimamente una transformación tan aterradora. Yo estaba eufórica. Y sigo estándolo, aunque ahora este sentimiento es más complejo de entender, incluso resulta inoportuno, pero ahí está, y no voy a hacer nada para cambiarlo.
Baba decidió el miércoles emprender el viaje del que tantas veces habíamos hablado. Yo no lo esperaba, a pesar de sus noventa y dos años llenos de días, amores y retos cotidianos. Seguro que ella tampoco lo esperaba, seguro que pensó en darse un poco de colorete antes de viajar, o retocarse la línea de los ojos, o quizá pensó que estaría bien ponerse el broche en forma de hoja.
Entrevió la oportunidad y no lo dudó. Dejó atrás su traje viejo, que estuvimos custodiando hasta que llegó la hora de guardarlo donde se guardan los trajes de su madre y sus abuelos.
La imagino ahora, con el amor de su vida, de punta en blanco los dos, guapos como lo mejorcito de Hollywood, comentando lo que ha pasado en estos años en los que han estado separados. No hay dolor, no hay edad, no hay espacio ni tiempo. Sólo la energía que une a los que aún esperamos a que nos entreguen nuestro pasaje, y los que ya están viviendo la aventura. Los lazos que nos conectaron aquí y que se estiran, se alargan, como si fueran elásticos, para que nos agarremos fuerte cuando llegue el momento de cambiarnos de traje.
No te olvides de ponerte guapa para que me recibas cuando yo llegue. Y avisa a los demás, que quiero verlos a todos. Mientras tanto viviré pensando que me ves y me cuidas en todo momento (¿tendré que empezar a maquillarme y a usar tacones imposibles?). Cuando la tortilla francesa se me llene de "ciscos" por cocinar con aceite de croquetas, me acordaré de ti; cuando tenga que usar imperdibles, me acordaré de ti; cuando llore de risa, me acordaré de ti; cuando recite
"En el piélago inmenso del Atlántico...", me acordaré de ti. Cuando llegue nuestra hija ¡cómo me acordaré de ti!
Te quiero.

09 December, 2006

"Cerrado por Razones de Interés General"



"Interés General" no es sinónimo, ni muchísimo menos, de "interés de Lego", no señor.
Me voy cinco días a trabajar a mi isla favorita, la más occidental, por donde pasaba el meridiano hasta que los ingleses nos lo robaron (yes, you did).
No tengo ningunas ganas, se me ocurren un millón de cosas intersantísimas y utilísimas para la Humanidad que podría hacer desde el calorcito de mi casa, pero alguien que cree que soy la reencarnación de Kunta Kinte se empeña en obligarme a hacer la maleta. ¡Hasta la vuelta!
(Foto de Any Manetta )

01 December, 2006

¿Te gusta conducir?


Estaba cambiando las sábanas y me quedé con una funda de almohada en la mano, suspendido el movimiento en el aire. Se me puso la piel de gallina y una opresión en el pecho como de urgencia.
Solté la funda, salí del dormitorio, y me senté frente al ordenador.
"¿Te gusta conducir?"
Rebusqué entre más de mil resultados hasta encontrar la imágen y la música.
"Simetría"
"Country Waltz" de Angelo Badalamenti.
Mis "amigos" de eMule tuvieron la amabilidad de prestármelo. Estaba tan nerviosa, que me quedé frente a la pantalla mientras se descargaba.
Cuando estuvo listo, con las manos frías como el hielo, pulsé "play".
Los primeros acordes me encogieron el alma, preparada para explotar. Y eso hice. Lloré como hacía años que no lloraba. Cerraba los puños con fuerza, me balanceaba hacia delante y hacia atrás, con los ojos fijos en la pantalla del ordenador, pero sin ver nada a través de las lágrimas.
Lo recordé todo en los escasos minutos que dura el anuncio. Su infancia, los años en que fuimos inseparables, los únicos habitantes de mi casa y de mi vida. Sus ojos. Su tristeza y desamparo cuando Maisa se puso enferma y lo dejaba tantas horas y días solo. Las tardes amarillas de luz y flores y hierba, cuando se sentaba conmigo a leer, y quería estar tan cerca de mí que hasta parecía que se hubiera aficionado de pronto a la lectura.
Recordé lo último que hice por él, el 27 de Diciembre de 2004; cómo lo subimos a la mesa, y le acomodé la cabeza entre mis brazos. Cómo acaricié su pelo despacio, sin pausa, haciendo de mi mano un cable conductor; de todo el amor, toda la gratitud, todo el dolor que me llenaba en aquel momento. Cómo me sentí de sola y abandonada cuando se fue. Lego. Mi amigo, mi compañero de tormentas, mi guardaespaldas más feroz, mi profesor particular en paciencia, sensibilidad, empatía. Quien me enseñó a demostrar amor sin ponerme una careta y sin miedo a ser vulnerable ante el otro.














Empezaron a emitir el anuncio de BMW poco después de que Lego se fuera. No sé por qué razón, desde la primera vez que lo vi, lo relacioné con él (lo llamo "el anuncio de Lego", que me perdonen los publicistas de BMW).
Dejaron de emitirlo, pasaron los meses, luego un año completo, he conocido otros amigos a los que quiero y que llenan mi vida de cosas buenas. Pero ayer, mientras cambiaba las sábanas, tuve la necesidad física de volver a oir sus ladridos, de sentirlo suspirar de satisfacción al lado de la estufa. Abrirle la puerta al dolor, porque de vez en cuando, si no lo dejas libre, se acumula en el pasillo y te impide respirar.