14 April, 2007

Out of Africa





Lo encontré en un rastrillo de mi amiga Sophie , en edición de bolsillo. Físicamente me gustó, las hojas amarillentas (no por viejo, sino más bien por mala calidad y tacañería de los editores), un precioso fotograma de la película en la portada y una oportunidad de recordar lo que sentí la primera vez que la ví en el cine, allá por 1985. Pero no fue así, qué va.


Descubrí a una señora interesantísima que en los años veinte se enamoró de una luz, de unas montañas, de un estilo de vida en el que se integró como pocos blancos de la época hicieran. Además, ya entonces, escribió un blog, pues ese es el estilo del libro. Un diario, no de acontecimientos pormenorizados, sino de experiencias y reflexiones.


Una mujer que vivió sola en África, aparentemente, sin miedo. Hizo de médico, de granjera, de cazadora, de juez, y encima era una anfitriona que se preocupaba porque sus invitados se sintieran en su casa como en la suya propia.


Se relacionó con su entorno de una forma tan armónica, que parece más bien como si hubiera vuelto a casa, en lugar de estar tan lejos de ella. Una sensibilidad y capacidad de observación, un respeto por todo lo que la rodeaba, que hace que me pregunte qué hubiera sido de África si todos los colonos hubieran sido así.


Le gustaba la caza, pero esas partes me las salté (es mi libro y lo leo como quiero ¿qué pasa?); y como me las salté, no existen. Ea.


Tuvo aventuras amorosas, deerhounds (mi perro favorito, pero imposible de mantener, comen como un león, o dos), café, problemas económicos, amigos kikuyu, sirvientes somalíes y asistió a bailes masai. Luego volvió a Dinamarca, y no se me ocurre contraste mayor. No sólo respecto a clima y paisaje, sino a las rutinas de cada día, al color de las caras que uno se cruza, al olor del aire. Y se sentó a escribir su blog y a añorar a su amante perdido, África. Como no había internet entonces (principio de los años treinta), puso todas las entradas juntas, y las publicó.


Yo de mayor quiero ser Karen Blixen.

08 April, 2007

Snitch



Llevo un rato dándole vueltas a un tema sobre el que escribir, y no se me ocurre ninguno.
Y, sin embargo, los dedos están ansiosos por que les mande tarea; los pensamientos se mueven tan deprisa que parecen una línea de colores, no me da tiempo a atraparlos con la mano y hacerlos detenerse para mirarlos de cerca. Es como perseguir a la "snitch".
Tengo algo dentro, algo que quiero contar, que quiero explicar, que quiero entender... pero no consigo transformarlo, no ya en palabras, ni siquiera en ideas coherentes. Parece como si habitara en mi interior una abeja gordita y chiquita; sabe que tiene algo muy importante que hacer, y que debe hacerlo enseguida. Pero ¡pobre! no recuerda ni cuál era su misión ni en qué dirección se fue el conejo blanco. Vuela frenética de un lado a otro de mi cabeza, y tengo unas ganas enormes de abrirle la ventana, a ver si se orienta de una vez. ¡Qué mareo!
Foto de sylvar

Herencia

MESA DE MOTA
No debiera de quedarme hasta tan tarde
de la Mesa de Mota en la planada;
luego tendré que descender de noche
por la senda escarpada,
que entre bardas de zarzas y tuneras
ha de llevarme hasta las tierras llanas.

Pero me atrae esta apacible calma,
la quietud de esta hora,
este retroceder hacia la nada,
y estar tan separado de los hombres
pero tan confundido con las cosas amadas,
con las cosas tangibles que contemplo
y con otras también, imprecisas y vagas,
que llegan de distancias estelares
y me prenden el alma.


(...)


Y no soy sólo yo, hay otros seres
cuyas pequeñas almas,
sienten tal vez de modo diferente,
pero sienten también la distante llamada
que como a mí les hace el infinito,
con una voz que, aún siendo incomprensible,
no deja de ser clara.

(...)

A la luz indecisa del reflejo del sol,
que ya casi ha caído,
de naciente a poniente
todo cuanto contemplo me es querido.
No hay un sólo lugar en las montañas
ni en la extensa llanura que no haya recorrido,
y todo me parece
como si fuera mío,
no en la tosca acepción de ser su dueño,
sino más bien de ser yo poseído
por el mundo que abarca mi mirada,
que observo y escudriño
en sus miles de huertos y parcelas,
de árboles y picachos, y sembrados y riscos,
que todos son como una sola cosa
conmigo mismo.

Y por eso, cuando ya en plena noche
a bajar me decido,
en lugar de sentirme solitario
me siento protegido
por esa multitud de seres, cuyas almas
se han venido conmigo.

Y durante mi marcha por el llano
todo a lo largo del camino
ni siquiera hay un perro que me ladre
al escuchar de mis pasos el ruido.
Y llevo el alma más perfecta y mejor
de lo que nunca ha sido




Esto lo escribió mi bisabuelo en 1941, desde su exilio en México, recordando alguna de sus caminatas por La Laguna. No lo conocí, pero lo conozco. En el atardecer de otros lugares y otro tiempo, hemos compartido frecuencia y sintonía. Ya sé a quién agradecer esta parte de mi herencia.