26 September, 2009

James Herriot


Hay dos libros que me salvan de todo mal. Cuando estaba nerviosa por un examen, en la sala de espera de un médico que quizá me diera una mala noticia (que no me la dió), tras una ruptura sentimental tormentosa de esas que te quedas hecha un trapo sucio de fregar el suelo...
Los releo, y es como si fuera siempre la primera vez. Consiguen abstraerme de cualquier cosa, y transportarme a otro lugar agradable, sin preocupaciones. Incluso, a veces, consiguen hacerme reir (aunque los haya leído ya cientos de veces y sepa de memoria lo que viene a continuación).
Uno de ellos es "Pride and Prejudice", de Jane Austen; otro día reivindicaré mi lado cursi, que realmente no lo es.
Y otro, otros, son los libros de James Herriot. Los he leído todos, y tantas veces, que acabo de comprarme en Amazon el que aparece en la foto, porque su predecesor está tan manoseado, doblado y traqueteado, que lo voy a jubilar con honores, y a maltratar a su sustituto.
En esta ocasión lo releo por puro placer. Sólo llevo dos páginas y ya siento la humedad de las granjas de Yorkshire en los huesos. Lo que daría por una taza de té calentita (que, en mi vida-fuera-del-libro, no me gusta nada).
Recomendadísimo para cualquiera. Obligatorio para aquellos a los que les gusten los bichos y tengan un ramalazo anglófilo.