24 November, 2007

Matrimonio de provincias





Tras un vuelo incómodo, como sardinas en lata, una lata ruidosa y, según esta sardina, poco estable, llegamos a Barajas. Terminal 4. En lugar de la típica guagua "rara" que parece que no tiene principio ni fin, (un gusano sin cabeza), te lleva al edificio terminal un tren. Desde ese momento quedó claro quién volvía a casa y quién, como nosotros, aterrizaba en una capital: caras de lechuga mustia e inexpresiva unos, risitas nerviosas y excitadas otros. Ya fuera del tren, seguimos la señalización pero, sobre todo, seguimos a las lechugas más inexpresivas que parecían saber lo que hacían.


Cuarenta y siete minutos esperando por nuestras maletas, seguramente gracias al modernísimo sistema de distribución de equipajes con que se dotó a la nueva Terminal.


Parada de taxis algo caótica, con pasajeros que, constantemente, contradecían la lógica de los taxistas acerca de qué vehículo estaba el primero en la fila (unos u otros no vieron algún capítulo importante de Barrio Sésamo). Pulgón y yo nos subimos en el del primer taxista que nos miró a los ojos (quinto coche, segunda fila). Como nadie pareció protestar, emprendimos viaje, mientras el conductor nos contaba detalles acerca de la sordidez y peligrosidad "harlemiana" de la dirección a la que nos dirigíamos. Nos dejó en nuestro destino, con nuestras maletitas a los pies, y cara de Pardillos S.A.

A estas alturas de la noche, la una hora peninsular, el hambre puede más que el miedo, así que nos metimos un par de billetes en distintos bolsillos, el carnet de identidad entre los dientes, nos pusimos la cara de "cuidado conmigo, chaval" y nos fuimos a buscar sustento. Dos esquinas más allá estaba la Gran Vía, y ahí nos confundimos entre la multitud y volvimos a disfrazarnos de Paco Martínez Soria (con boina, con boina). ¡Qué animación! ¡Qué ambientazo!

Entramos a un café de aire cosmopolita y trasnochador. Dos hamburguesas, Coca-Cola y cerveza, y comimos felices. Nos volvmos a calar la boina hasta las cejas cuando nos trajeron la cuenta. 25 € (cuatromil pehetah). Claro, no es lo mismo comerte un bocadillo en una gran capital que en una islita de la costa africana. Dónde va a parar.

Hay qué ver cómo cansa vivir en la gran ciudad. Casi ni nos dimos las buenas noches, perdimos el conocimiento antes de apoyar la cabeza en la almohada. Eso sí, en la intimidad, nos quitamos la boina.

5 comments:

Raquel said...

25 euros? de qué era el bocata? de gulas? de ostras vivas? ño. Fuerte sablazo.

En la Gran Vía lo suyo es pasar por el "Nebraska". Si fue allí donde cenaste, me trago las palabras y no he dicho nada.

Lo de las lechugas me ha gustado mucho. Me recordó a uno de mis libros favoritos "sin noticias de Gurb".

Tú no eres pardilla, eres ratón de campo. Big difference.

Bea Roque said...

Hola!!!! Veo que he llegado la primera a comentar..;-)))Me he reído mucho leyendo tu relato.... aunque tengo casa en Madrid (cerca de la Gran vía por cierto) y viajo algún fin de semana (cuando los precios lo permiten), nunca deja de sorprenderme
http://elrincondebeatriz.blogspot.com/2007/10/madrid-madrid.html

Me gusta el sentirme arrastrada por la masa de gente hacia la boca del metro.... me gusta el ambiente, el ruido, la cava baja, me hace sentir cosmopolita...... ir de shopping.... Estoy de acuerdo contigo agota, pero me gusta.

Un beso

Biznaga said...

Ja, ja, ja... No puedo, de verdad...¡Como si te estuviera viendo!... Y eso de los taxis en Madrid tremendo... Yo cada vez que me monto en uno allí, siempre voy mascullando por lo bajini "y habré venido yo a Madrid a que un taxista de estos locos me mate de un cacharrazo.."... eso si, agarrada fuertemente al asidero superior de la puerta y con los pies haciendo fuerza contra el respaldo del asiento delantero.. (lo siento, que vayan mas despacio.)...
Los precios de las hamburguesas "disparataos" totalmente...

Ade said...

Hola Lego, buenisimo ese relato, eso lo vivo yo cada vez que salgo de este pueblo del Oriente venezolano jeje, lo de la cara de lechugas ,genial...
Gracias por la visita a mi blog.
Un beso
Adela

Desde mi Atalaya said...

Que bonito que han escrito y contado su viaje, es que es tan real, cuantas veces yo he pasado por lo mismo!!! y realmente cada semana es un precio diferente...claro siempre para arriba.
Un abrazo,
Soraya