05 September, 2006

6 de Septiembre


Es nuestro aniversario de boda.
Siempre pensé que yo no era "de las que se casan" y, míren por donde, resultó que sí lo soy. En cambio, siempre pensé que yo era "de las que tienen muchos hijos" y, caprichos del destino, resulta que no es así. En lo único en lo que acerté (como pitonisa no me recomiendo) es en mi idea de que yo era "de esas que son felices" porque, aunque a veces me ha costado trabajo, creo poder decir que, mirando por encima de mi hombro a lo que he vivido, he sido y soy feliz.
Conocí al Pulgón en un curso de "Plantas Aromáticas y Flores de Complemento". Una fachada de hombre duro y curtido, incluso tal vez con un punto de peligro, por los tatuajes que se adivinaban debajo de la camisa; con un aire atormentado a lo James Dean, pero contenido como Gregory Peck. La intuición de encontrarme ante un hombre con un mundo interior infinito. ¡Irresistible!. Como pasa casi siempre, empecé a tontear con él sin imaginarme que estaba a punto de abrir el regalo de Reyes que supera a todos los regalos de Reyes del Universo. ¿Quién me quiere tanto que lo puso en mi camino?
La verdad es que, por primera vez en mi vida, ataqué y no di cuartel. No me pregunten por qué, me sentí tan segura de mí misma y lo vi a él tan vulnerable, que no tuve piedad. Me encantaba guardarle sitio a mi lado en la mesa del desayuno en la escuela agrícola donde se impartía el curso, y verlo apurado y dubitativo, con la obligación impuesta por generaciones anteriores de XY que le gritaban "¡Tú hazte el duro, eres el HOMBRE!", pero con unas ganas enormes de desayunar conmigo. Gané yo todas las veces; las hordas de antepasados XY, que se remontan a los principios de la raza humana, gritan con muy poca energía. Claro, son ya miles de años, la voz se resiente.
Después de un noviazgo largo y dulce que duró dos semanas, nos fuimos a vivir juntos. Lo sé, podía haber sido un aprendiz aventajado de Hannibal Lecter pero, qué caray, no me sentía con fuerzas ni edad para volver a ser "novia".
Teniendo en cuenta que llevaba viviendo sola en feliz armonía conmigo misma unos cinco años, los principios fueron difíciles. Yo era un General en busca de tropa a la que mandar hacia la gloria, y el Pulgón era un Acuario de esos de manual, un espíritu libre, que sufría de ataques de urticaria gravísimos cuando oía una frase comenzar con "tienes que..." . Gracias a que en esta zona de la isla hace un frío que pela y ambos necesitábamos reconciliarnos en seguida por aquello de darnos calor, superamos el primer año. Luego compramos una estufa de leña, y ahora las reconciliaciones son más auténticas y menos interesadas.
Al cabo de ese primer año de prueba en el que comprobé que los Generales de Intendencia pueden también ser diplomáticos, y que los Espiritus Libres son sensibles a los pestañeos de los ojos verdes, un dia en que el Pulgón conducía, le dije, a traición: "Oye, que he estado pensando, y que creo que deberíamos casarnos". Un volantazo brusco, recuperación de la calzada que nos correspondía, el corazón volvió a latir después de una parada repentina, y dijo "Bueno, ya lo hablaremos".
Al cabo de muchos días, y sospecho que como venganza, porque en esa ocasión conducía yo, me dijo : "Mira, que vayas preparando los papeles de la boda esa", pero nervioso y colorado como un tomate. Me reí con ganas y lo amenacé con contarles a nuestros nietos la forma tan romántica en que el abuelo Pulgón le había dicho "sí" a la abuela Lego.
Nuestra boda fue exactamente como la planeamos (aquí el Pulgón dirá: "¡Como la planeaste tú! ¡Que yo quería que no hubiera ningún invitado, sólo nosotros y dos testigos!"). Lo último que hice antes de salir de casa fue barrer el patio, con mi traje de novia puesto y los perros brincando alrededor.
En el Ayuntamiento no hubo flores, ni música, ni anillos. Sólo familia, algún amigo muy, muy escogido, la presencia invisible de los ausentes y nosotros dos haciéndonos una promesa.
Comimos con nuestros treinta invitados en el bar de Ramón, y tomamos café en El Sitio, debajo del ciruelo.
La lista de bodas la pusimos en Leroy Merlin, para espanto de mi abuela Baba ("¿¿¿Cómo te van a regalar por tu boda un retrete, NIÑA???")
Un dia a nuestra medida, ciertamente lego-pulgoniano.

10 comments:

Raquel said...

¡¡¡Felicidades!!!

Anonymous said...

Felicidades, Lego, por haber encontrado a Pulgón y a Pulgón por haberse dejado encontrar!

Que cumplais muchos más!

Me ha encantado vuestra historia.

Besos,

Helena

marujims said...

felicidades! ojala que lleguen a ser ancianos y sigan juntos, es una historia maravillosa guau..

Anonymous said...

Que historia tan bonita! No hacen falta muchas parafernalias para demostrar el amor.
Felicidades!

Anonymous said...

JAJAJAJAJAJA...mi querida Lego, me reconcilias con la vida....

Anonymous said...

felicidades, hace poquito que he descubierto tu blog, ha sido como reencontrarse con alguien conocido y apreciado, a quien no ves hace tiempo, en una cocina antigua llena de cestos de tomates y limones y la chimenea encendida.
un abrazo desde Galicia

Lego y Pulgón said...

¡Que bonita imagen, María! ¡QUIERO esa cocina!
Bienvenida

Marisabel said...

Muchísimas Felicidades Lego.
Esto sí que es una historia de amor!!!

Si supieses lo que disfruto con tus palabras!!!!

Adelante!

Anonymous said...

Bueno, bueno, gracias a este escrito he descubierto quién es el Pulgón, menos mal, porque hasta ahora pensaba que siempre ibas a todas partes con tu perro favorito y Rafa se quedaba en casa...
Sabía parte de la historia, pero me ha gustado "releerla". Todo tiene mucho más mérito sabiendo que es un Acuario. Pero ya ves, Miriam, al final no somos tan indomables como parece...sólo necesitamos tener la puerta de la jaula abierta, y regresamos cada noche.
Un beso.

Anonymous said...

Hola, soy la catalana.

Como no me desenvuelvo todavía muy bien en esto de los blogs, sólo quería aclarar que uno de los comentarios anónimos sobre este artículo es mío.

Dicho está. Espero ir mejorando...

Gemma