Todo esto me parecería irreal, si no fuera porque la estoy viendo jugar, con su camiseta a rayas y sus piernas gorditas, con sólo un calcetín, y los ojos brillantes.
En un dia como hoy no puedo dejar de pensar en una mujer china, y en si para ella este dia es especial. ¿Triste, angustioso, esperanzado?.
Y porque a lo largo de este camino no hemos estado solos ni un instante, teníamos que reunir a la familia para celebrarlo. Más quizá por nosotros, los adultos, que por ella, que aún no sabe muy bien de qué va esto de los cumpleaños.
Opípara merienda con galletas decoradas de Bea, que ya enseñaré en otra entrada, galletas blanco y negro, chocolate a la taza y otras cosas de régimen.
Estuvimos reunidos alrededor de una mesa, y alrededor de un sueño.
Fue un dia tan intenso que se me olvidó sacar la tarta con la vela. La neurona, que se me agotó.
Sopló su única vela (con la inestimable ayuda de su prima C.) ya en pijama. En ese momento, todos nos dimos cuenta de que llevábamos años soplando distintas velas en distintas fechas, siempre pidiendo el mismo deseo.
Y el deseo ya está aquí.